La primera vez que tienes ocasión de presenciar el primer asalto del combate que enfrentó el 15 de abril de 1985 a Marvin "Maravilloso" Hagler y Tommy Hearns (conocido luego en España como "La Cobra" Hearns gracias al apelativo que le puso Javier Azpitarte, pero reconocido en Estados Unidos exclusivamente por el apodo de "Hitman") simplemente no das crédito. No en vano aquel primer asalto sigue siendo considerado unánimemente por todos los especialistas del mundo como el mejor primer asalto de toda la historia. Busquen al crítico más ácido que tenga este deporte, al enemigo público número uno del boxeo, y siéntenle delante del televisor: me juego diez contra uno a que no será capaz de apartar la vista del espectáculo que se ofrece ante sus ojos, de aquella frenética aunque lúcida tormenta de golpes. La mirada de Hearns, cinco segundos antes de iniciarse la pelea, habría servido por sí sóla al espectador menos perspicaz del planeta para saber inmediatamente que aquel día, en aquel preciso instante, en la ciudad de Las Vegas, iba a liarse una buena. Y se lió, vaya que si se lió.
El "peso medio" es la división reina. Todo el mundo coincide a la hora de afirmar que la "delicatessen" del boxeo se encuentra en dicho peso puesto que existe un equilibrio perfecto entre la potencia que el púgil puede imprimir a sus golpes y la velocidad con la que logra darlos. Cualquier "crochet" limpio de Tyson te puede ingresar directamente y sin receta en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital más cercano, pero la teoría indica que, puesto que se trata de un peso pesado, su rapidez de pegada será menor. Claro que eso es sólo la teoría... La "trinidad" de la historia del "peso medio" estaría compuesta por Ray Sugar Robinson, Carlos Monzón e, indudablemente, Marvin Hagler, uno de los dos contendientes de aquel histórico combate. Por su parte Hearns, un boxeador que no podía considerarse un especialista de la categoría, era quizás -sólo me atrevo a decir "quizás"- un boxeador más completo. Quiero decir con esto que Hagler y Hearns eran dos super estrellas del ring, dos "galácticos" obligados a demostrar quién era el número uno. Puesto que ninguno de los contendientes se debía dinero antes de subir al ring, ni tampoco compartieron novia, la fiereza de aquel asalto mítico sólo puede explicarse desde ese punto de vista.