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Juan Manuel Rodríguez

Rebajas de verano en la justicia deportiva española

El presidente del Barça, ante la pasividad de Angel María Villar, se ha reído a mandíbula batiente de la justicia deportiva española

La transformación es definitiva. Joan Laporta ya resulta irreconocible para todos, supongo que también para la mayoría de socios barcelonistas que le votaron en su momento con la esperanza de obtener cuanto antes un cambio radical. El cambio se ha producido, sí, pero para alcanzar de nuevo el punto sin retorno que representó la presidencia de Joan Gaspart. Todo indica que el mismo hombre que tras ganar las elecciones a la presidencia del Barça, le imploró, le rogó, le suplicó a Florentino Pérez en el transcurso de un programa en directo (su primer programa, por cierto, como nuevo presidente azulgrana) que no anunciase precisamente aquella noche el fichaje de David Beckham puesto que el futbolista inglés había sido su bandera de enganche electoral para derrotar a Bassat, ha tratado ahora infructuosamente de torpedear la contratación de la "bestia" Baptista por el Real Madrid.
 
Y me parece que si finalmente Laporta no convocara elecciones cuando legalmente le corresponde sería justamente porque él, como me sucede también a mí, cree que los socios se están haciendo la siguiente pregunta: ¿Habría conseguido Sandro Rosell que Julio Baptista fichara por el Fútbol Club Barcelona?... Y la mayoría responden "sí". Por la "Barcelona mediática" empieza a manejarse con cierta insistencia la teoría de que Laporta es incluso peor que Gaspart. Lo desconozco. Lo que sí es cierto es que el ex presidente, en declaraciones efectuadas a la emisora "Rac1", apoyó, como era previsible, la "estrategia" dilatoria empleada por Laporta para evitar como fuera el cierre del Nou Camp y terminó añadiendo que "lo de Figo fue una provocación". A Gaspart no hace falta en absoluto que le veamos en calzoncillos para que resulte transparente como el agua cristalina. Su presidencia sí que fue una auténtica provocación al sentido común.
 
Por cierto que Laporta ha querido darle otra vuelta más a la tortilla (parece que la de impedir el cierre del estadio tras los actos vandálicos del Barcelona-Real Madrid de marras le pareció poca cosa) y asegura que la decisión del Comité de Competición ha sido un justo premio (otro más) a la batalla sin cuartel que inició desde el primer momento contra los "boixos nois". Este lo que quiere es que le erijan un busto en la sede de la Liga de Fútbol Profesional. ¿Y que tendrá que ver, digo yo, que Laporta luche o deje de luchar contra sus ultras con el hecho de que se castigue a quien no tuvo el coraje de impedir que se agrediera aquel día al equipo rival con el lanzamiento masivo de botellas de vidrio, pelotas de golf, teléfonos móviles y hasta la cabeza de un cochinillo?... El presidente del Barça, ante la pasividad de Angel María Villar, se ha reído a mandíbula batiente de la justicia deportiva española. Y es un error de profundo calado puesto que ahora el resto de clubes podrá reclamar también para sí el mismo sentido amplio de la palabra "justicia" que un día aplicaron al Fútbol Club Barcelona. El listón de la justicia deportiva está sólo un centímetro por encima del suelo y tampoco hace falta ser Bubka para saltar por encima.

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