Luis Figo, a diferencia de Guti, cuando puede toma decisiones. Hay veces en que un deportista de élite deja de tener el control sobre su propia carrera. Eso es lo que le sucedió precisamente a Figo cuando en el año 2000 Florentino Pérez, por aquel entonces todavía candidato a la presidencia del Real Madrid, le hizo la "envolvente 3-4-7" a su representante, metiéndole en un laberinto y forzando al jugador a abandonar el Fútbol Club Barcelona para jugar en el estadio Santiago Bernabéu. Florentino le preguntó a uno de sus hombres de confianza cómo podría él vencer en las urnas a Lorenzo Sanz bajo cuya presidencia el club acababa de ganar la octava Copa de Europa. "¡Ficha a Figo!", fue la escueta e irónica respuesta de su interlocutor. "Adelante", contestó. Y Florentino ganó aquellas elecciones con Figo como "gancho" electoral.
Por eso decía antes que, cuando le dejan, Figo toma sus propias decisiones. Aunque sean difíciles. Lo más cómodo para el portugués habría sido sentarse en el banquillo, darle sombrita al botijo para que el agua estuviese fresquita, y tomándose tan ricamente la "sopa boba" el año que tiene firmado. ¿Qué tiene que demostrar Figo? Absolutamente nada. Lo ha ganado todo: una Copa de Europa, dos Supercopas de Europa, cuatro Ligas, dos Copas del Rey, una Copa Intercontinental... "France Football" le eligió "Balón de Oro" en el año 2000, y la FIFA le designó mejor jugador del año 2001. A sus treinta y dos años Luis Figo (sesenta y cinco veces internacional con Portugal, trescientos treinta y seis partidos jugados en la Liga española y sesenta y ocho goles marcados) no tiene nada que demostrarle a nadie salvo, quizás, a sí mismo. Y precisamente por eso se marcha al Inter de Milán. Por eso y porque, aunque pueda parecerle mentira a alguien, quiere seguir jugando al fútbol como titular.
