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Carlos Semprún Maura

Estío, hastío

Con la introducción de la “lucha de clases” en el clima, hablan de canícula, incluso cuando hace frío, y de sequía incluso cuando llueve

Los franceses cenando o almorzando hablan por lo general de gastronomía, arte exclusivamente francés –por supuesto– y en verano hablan del verano. Con la introducción de la “lucha de clases” en el clima, hablan de canícula, incluso cuando hace frío, y de sequía incluso cuando llueve. En eso estamos, aunque desgraciadamente para la larga siesta mediática y veraniega, la actualidad no se toma vacaciones y a regañadientes algo hay que hacer. Además de la serie de catástrofes aéreas, que, en parte, se explican porque en verano los vuelos chárter a precio reducido, pero sin suficientes garantías de seguridad, aumentan considerablemente, hay temas que siguen candentes como la amenaza nuclear iraní, que se acepta con la fatalidad del “¿qué vamos a hacer?” Y con plegarias para que los ayatolás lancen sus bombas H contra Tel Aviv y no contra París.
 
Hablando de Israel, la retirada de Gaza constituye otro tema que se impone. Todos, bueno casi, esperaban que esa medida con evidente voluntad pacífica provocaría una guerra civil en Israel, país que les molesta, y si los propios israelíes lo destruyeran ¡pan bendito! Viendo que no es así, que la evacuación se desarrolla sin más problemas de los previstos, más bien pocos, recargan sus fusiles propagandísticos y afirman que es una victoria “de los palestinos”. ¿De qué palestinos exactamente? De la misma manera que se sigue hablando de “campos palestinos”, cuando se trata de barriadas, se habla de los palestinos como si todos fueran lo mismo, Abbas idéntico a Arafat, Hamás idéntico a Al Fatah, y el palestino de a pie lo mismo que un terrorista. Esa iniciativa israelí, que con tanto empeño logró imponer Sharon pese a los obstáculos y oposiciones, se convierte en victoria político-militar de “los palestinos”. Eso, claro, es lo que afirma la organización terrorista Hamás, como la Yihad Islámica en el Líbano, consideró victoria militar suya la retirada de las tropas israelíes del sur del Líbano. No se trata sólo de propaganda, se trata sencillamente de que para todas las organizaciones terroristas palestinas, apoyadas por el Islam radical y muchos países musulmanes (Irán, Siria, etcétera), la meta sigue siendo la destrucción de Israel. Lo cual se considera sensato y algo así como un “derecho histórico” en muchos despachos parisinos. Por lo tanto, no se puede descartar la menor provocación terrorista durante la última etapa de la retirada, o incluso después. La guerra no ha terminado, y, por ahora, no parece que Abbas vaya a lograr lo que dice: un estado palestino en paz con Israel. “Los palestinos”, en todo caso los preferidos en París, los terroristas, no lo van a aceptar.
 
Me da murria hablar de Francia –que se hunde sin remedio– en estas condiciones. Tomo nota de un fenómeno que pese a no ser nuevo es singular: cuanto peor lo haga el primer ministro Dominique de Villepin más triunfa en los sondeos. Su “plan para el empleo” es una pifia, sus demagógicos discursos sobre “patriotismo económico” no se los cree ni él, y ahora, respondiendo al de la gasolina, ante el vertiginoso aumento del petróleo, declara que nada de reducir impuestos, pero que si hay un “plus” se repartirá entre los pobres. Evidentemente, se cuida mucho de no precisar la cuantía de las limosnas, o cuando van a considerar que los beneficios de las tasas estatales son suficientes para repartir pirulís. Teniendo en cuenta la abismal deuda pública, la respuesta es sencilla: nunca.

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