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Aurelio Alonso Cortés

La guerra según Zapatero

Las Fuerzas Armadas no son “oeneges” ni tampoco institución para lucimiento del ministro del ramo de paz...de olivo; resulta obvio pero hay que recordarlo

¿Porqué insisten en polemizar después que el PP ha hecho el gran favor a ZP de renunciar a la explotación política de las diecisiete muertes de Afganistán? ¿Se debe a que carece de “artistas” que oponer a los tan eficaces de producciones Rubalcaba? Siguen diciendo que esta “intervención” no es una guerra como la de Irak y juegan la baza de su ilegalidad pretendiendo justificar la claudicante retirada de aquel país. Y a fin de diferenciarse del caso Yakolev, califican de “indubitadas” sus identificaciones de restos, materia siempre resbaladiza a cuya certeza no ayuda –sino más bien disimula y archiva– la tácita conformidad por silencio familiar. ¿Quién es el guapo que demanda la prueba de ADN bajo la enorme tensión ambiental generada por el exorbitante interés de ZP en la cuestión? Pendiente la calificación de los hechos a efectos de pensión ¿cabe afrontar la implícita invitación de “salga de la formación el que no esté de acuerdo”?
 
Para ocultar la guerra llegan a negar que el Ejército sea la institución que la ejerce, y el ministro de Defensa prefiere morir a matar. Al final nos quedan en la duda de si es oficio de soldados dar biberones a muchachos desnutridos en países tercermundistas. Es obligado pues reafirmar las razones que legitiman hacer frente al fundamentalismo islámico en ambos debatidos teatros bélicos y los que vengan, sin disimulos vergonzantes. Y asimismo aclarar cuales deban ser actualmente las funciones militares.
 
Las Fuerzas Armadas no son “oeneges” ni tampoco institución para lucimiento del ministro del ramo de paz...de olivo; resulta obvio pero hay que recordarlo. Lo de Afganistán ya está incorporado al último “video clip” electoral de un Bono en permanente campaña a la Presidencia del Gobierno.
 
Las funciones militares –prevenir y hacer la guerra– merecen un respeto y otro trato. No basta con el “hay lo que hay; suplan los defectos con el ingenio” o la máxima de “la principal hazaña es obedecer” que Calderón de la Barca aplicaba a lo castrense. Tal clase de obediencia no es hoy ciega. Tiene su contrapeso en la lealtad y honor del superior que la solicita. Por algo el mismo Calderón terminaba sus invocaciones subrayando que “la milicia es una religión de hombres honrados”. ¿Entienden los ministros de Defensa que el honor militar obliga a un diálogo y trato noble, y a aquilatar las órdenes? ¿O prefieren militares sordos, ciegos y mudos como el mono de marras? Sabido es que acuden a comunicación indirecta vista la prohibición de expresar necesidades por medio de sus Asociaciones, legitimadas hace ya cuatro años por el Tribunal Constitucional.
 
¿Accidente o ataque el de Afganistán? ¡Que más da! Eludan PSOE y PO el coste político de la discusión que a nada conduce. Más en una España puesta en crisis por quienes usurpan su futuro como Nación sin contar que nuestras Fuerzas Armadas tienen encomendada, constitucionalmente, velar por su integridad.
 
Al verdadero militar no le importa morir en acción. Si le cabrea por ejemplo ser víctima de fallo del arma o aparato cuyo uso se le confía siendo defectuoso o inapropiado; todo un abuso de confianza. No es la primera vez que ocurre por compras corruptas –campaña de África– o basadas en razones de conveniencia política. ¿Es éste el caso del helicóptero Cougar siniestrado? Morir pertenece al oficio de servir a la Patria aunque la juventud metrosexual dominante no lo comprenda.
 
Es habitual cantar lo de “la muerte no es el final” a los muertos en acto de servicio, como se hizo el sábado pasado en el patio del Cuartel General del Ejército. Esta vez, por cierto, omitiendo el himno nacional obligado según el Reglamento de Honores 834/1984. La canción invoca creencias religiosas tales como la resurrección y el otro mundo, sin las cuales debe ser desesperante morir en una España que el gobierno quisiera agnóstica. Es la certeza del “adiós dolorido que busca en la fe su esperanza...”. Un consuelo, si, para familias y compañeros aunque el honor de los muertos requiere tomar medidas correctoras concretas.
 
El Presidente ZP y no Bono es quien debe presentarlas al Parlamento. No basta tapar la boca a los militares con anuncios de mejoras salariales que les son, hace mucho, debidas. ¿Porqué el Ejército de Tierra no rebasa los 15.000 soldados efectivos cuando son necesarios no menos de 100.000 en tierra, mar y aire? Tal insuficiencia obliga a destinar, con escasa rotación. a los mismos soldados a Afganistán, Bosnia, Kosovo, y Haití. El consiguiente cansancio condiciona su seguridad. ¿Porqué somos la Nación con menor presupuesto militar de toda la OTAN excepto Luxemburgo mientras asumimos las mayores obligaciones de toda la Alianza?.
 
Estas y otras preguntas debiera contestarlas Zapatero en el Parlamento. No espero que lo haga.

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