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Luis Hernández Arroyo

Pasión de estupradores

Pero si nos quitamos los anteojos que se empeñan en ponernos los economistas orgánicos, aquí hay toneladas de manipulación política y muy escaso mercado libre

Esta mañana, hurgando en los diarios de color salmón (¿por qué no amarillo, si son intervencionistas vergonzantes, hasta el prestigioso FT?), me encuentro con un comentario sobre la OPA hostil de GN a Endesa: “nosotros pusimos el semen”.... En una acción de superioridad y hostilidad manifiesta contra alguien se introduce semen, ¿puede hablarse de estupro? Aunque también podría alegarse, en este caso, que el agente agresor es, aparentemente,  más pequeño que la víctima. Falacia: no hay tal. El agente agresor está notoriamente ayudado, y jaleado, por unos mamporreros, denominados, eufemísticamente, instituciones (¿privadas, públicas?) que quieren simplemente apoderarse de  un grupo empresarial privatizado (en falso, lamentablemente), lo que ¡oh casualidad! dejaría en manos de una ¿Nación non nata, Estado en proyecto? El monopolio de la oferta energética para toda España.
 
Uno de los más significados autores nos llama, además, patéticos por ver conspiraciones donde no hay más que una operación de estricta lógica empresarial. Siempre que se necesita, hay una lógica económica a la medida: ¿No tenía su lógica la venta de Vía Digital a Digital Plus?  Nadie lo niega. Lógica se puede encontrar al mayor contrafuero. Pero si nos quitamos los anteojos que se empeñan en ponernos los economistas orgánicos, aquí hay toneladas de manipulación política y muy escaso mercado libre. Con ello se demuestra, una vez más, que la ambigüedad manifiesta que hay en España en las relaciones entre propiedad y poder acaba, ineludiblemente, en abuso de poder.
 
Hay muchas teorías económicas para cada problema. La mayoría son ad hoc: es decir, se han elaborado a la medida para justificar ya un tipo de acción de consecuencias dudosas. Por no hablar de la econometría, que es una oferta abierta permanente; literalmente, a la carta. Lo que es fácil de ver, leyendo adecuadamente la historia, es que cuando el poder funciona razonablemente y se entromete poco en las decisiones personales, la economía prospera. Parece casi una trivialidad, pero no lo es: en España, ahora mismo, estamos en la más grande confusión sobre estas cosas. No sabemos cómo (ni cuándo) va a acabar ese proceso de liquidación de estado ni cómo va a afectar a la constitución, pero las acciones de los nacionalistas suscitan las peores perspectivas; no sabemos qué entiende este gobierno por empresa y sector público. En fin, una evidente falta de concreción sobre los temas que a la larga sostienen el progreso de un país. (Claro que, ¿para qué crecer?, me preguntaba un colega hace poco). Esta indefinición es una constante cíclica en nuestra historia desde el XIX, y por eso, ¡oh sorpresa! La economía ha ido mejor cuando había gobiernos conservadores. Es contrastable y es la pura verdad ¡Qué le vamos a hacer!  

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