Menú
Fundación Heritage

El furor después de Katrina

Helle Dale

Los grandes desastres sacan a relucir lo mejor y lo peor de los seres humanos. La respuesta internacional a Katrina lo demuestra al igual que las reacciones de los damnificados a lo largo de la costa del Golfo. Gente alrededor del mundo ha expresado su solidaridad, sus condolencias, ha ofrecido su ayuda, ha recaudado dinero para ayudar a las víctimas. Todos, desde la Reina de Inglaterra al Papa Benedicto XVI han enviado sus condolencias. Más de 90 países han ofrecido su ayuda y los países europeos pusieron a la disposición sus reservas estratégicas de petróleo. Aunque muchos de esos ofrecimientos de ayuda lleguen en formas que no podamos utilizar, apreciamos el espíritu de generosidad.
 
Lo que sí ha sido menos agradable es la indecorosa exhibición internacional de schadenfreude por la caída del poderoso Estados Unidos, entremezclado con el desprecio lleno de hipócrita piedad al ver a los negros americanos pobres varados en el New Orleans Convention Center y el Superdome después de la tormenta.
 
Como siempre, los medios internacionales han servido como cámara de resonancia de los medios americanos. Al igual que CNN estaba lista desde el primer día para buscar a gente que quisiera echarle la culpa al gobierno federal en una entrevista para la tele, igualmente los medios del mundo entero estaban listos para echarle la culpa al Presidente Bush por las actividades de la Madre Naturaleza. En palabras de The Irish Times: “Éste es un momento que definirá a Bush como en el 11-S”. Hasta ahora su reputación para gestionar una crisis con prontitud y firmeza no ha sido suficiente para lo que el momento exigía”.
 
Quizá la más atroz reacción de este tipo ha salido de la revista The Economist, que, por lo demás, es una de las publicaciones europeas mejor informadas sobre Estados Unidos. La portada de la semana pasada con la foto de una llorosa mujer negra de Nueva Orleáns llevaba el título “La deshonra de Estados Unidos”.
 
¿Deshonra? ¿Desde cuándo es una deshonra ser golpeado por el peor desastre natural en la historia de una nación y tener toda la infraestructura arrasada por el agua en un área comparable al tamaño de Gran Bretaña, lugar originario de The Economist? ¿The Economist arremetió con “La deshonra de Francia” en Agosto de 2003 cuando una ola de calor mató a unas 11.000 personas mayoritariamente ancianas pero que sin embargo no fue motivo suficiente para que el gobierno francés regresase de sus vacaciones? Por contraste, los muertos en Nueva Orleáns no llegan a 400 hasta la fecha.
 
Ahora, claro que todos nos hemos sentido afligidos por la respuesta inefectiva del gobierno americano a todos los niveles en los primeros días de Katrina. Pero de allí a saltar a conclusiones y las implicaciones de culpabilidad colectiva que contiene el editorial de The Economist sobre el huracán son simplemente indignantes. Por ejemplo:
 
“Desde el huracán Katrina, la opinión del mundo sobre Estados Unidos ha cambiado. El desastre ha expuesto a la luz algunas chocantes verdades sobre el lugar: la amargura de su división racial, el abandono de los desposeídos, la debilidad de su infraestructura primordial. Pero la revelación más asombrosa y vergonzante ha sido el fracaso de su gobierno para dar socorro a su gente en el momento de más necesidad”.
 
Mientras tanto, el Financial Times, otro influyente periódico británico que tiene gran tirada en Estados Unidos, publicaba la opinión del artículista Philip Stephens sobre el desastre con el titular: “El mundo necesita un Estados Unidos poderoso pero más humilde”. Y escribe “hay tristeza por la pérdida de tantas vidas pero también una persistente satisfacción ya que la inerte administración Bush ha sido humillada”.
 
Supuestamente uno debe agradecer a Stephens que acepte que el mundo aún necesita a Estados Unidos, a pesar de todos sus defectos. Pero por otro lado, los críticos de la guerra en Irak han encontrado terreno fértil entre todos los escombros para hacer sangre con lo del huracán. El periódico suizo Le Temps sabía exactamente por qué se rompieron los diques: “Las paredes no se habrían resquebrajado en Nueva Orleáns si no se hubiese recortado los fondos necesarios para reforzarlos en lugar de pagar el desgaste en Irak y la guerra contra el terrorismo”. Una completa mentira, por supuesto.
 
En Alemania –y esto no sorprende a nadie– algunos le echaron la culpa al rechazo americano del Protocolo de Kioto, argumentando que los americanos están recogiendo lo que sembraron por su contribución al calentamiento global. “Los americanos ejercen un gran efecto sobre el efecto invernadero” dijo Joern Ehlers, portavoz del World Wildlife Fund de Alemania.
 
El fracaso de la mayor parte de los medios internacionales es que no llegan a entender en absoluto cómo funciona el sistema federal en Estados Unidos, ése que no le da al presidente poderes dictatoriales para anular las decisiones de los funcionarios locales y estatales elegidos por sufragio. Son ellos los que tienen la primera responsabilidad con sus ciudadanos. Cómo hacer para que ellos estén a la altura de esas responsabilidades, trabajen juntos y sepan cómo involucrar al gobierno federal en el momento justo y al nivel apropiado son preguntas muy serias que necesitan ser respondidas.
 
©2005 Washington Times
Traducido por Miryam Lindberg
 
Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en The Wall Street Journal, The Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y BBC.
 
Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo

En Internacional

    0
    comentarios