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Alberto Míguez

Nadie pierde, todos ganan

"Estas elecciones, en las que tantas esperanzas se habían depositado para vencer la profunda crisis económica y social que vive el país, no servirán para mucho"

Como suele suceder en la mayoría de las comicios celebrados en Europa últimamente, nadie perdió en las elecciones de Alemania y todos se proclamaron vencedores. "Angie" Merkel dijo desde que se conocieron las primeras estimaciones que su partido, la CDU, y su coaligado, la CSU, habían ganado en toda la línea y le habían propinado un varapalo a los socialdemócratas del actual canciller Schroeder, que declaró casi lo mismo: ganamos y perdieron los...otros. Schroeder advirtió también que estaba dispuesto a gobernar dada la victoria inesperada de su formación. Como no perdió, ganó. Extraña lógica electoral.
 
Pero Merkel y Schroeder se olvidaron de añadir con quién o quiénes piensan coaligarse para poder gobernar porque con el porcentaje de votos logrados, más el apoyo de los liberales (para la CDU-CSU) y los Verdes (para la socilademocracia) no les llega. ¿Una "gran coalición" como en 1966? De momento, ni hablar del peluquín: nadie la quiere. Ahí también hubo coincidencia.
 
A partir de la noche electoral se abren las quinielas y pueden imaginarse las más dispares y disparatadas coaliciones. Además de la "gran coalición" (CDU-CSU y SPD-Verdes) podría haber dos combinaciones más, ambas improbables: la primera formada por democristianos, liberales y Verdes. Casi imposible. La segunda, por socialdemócratas, verdes y liberales. Igualmente imposible. O, al menos, por ahora. Y finalmente una tercera combinación: socialdemócratas, verdes y "neocomunistas". Y hasta una cuarta: CDU-CSU-liberales-izquierda extrema. Rozaría el disparate pero...
 
Lo paradójico —y preocupante— de los resultados de este domingo es que los "neocomunistas" del renegado socialdemócrata Oskar Lafontaine, que obtuvieron un buen resultado, se han convertido en el fiel de la balanza. Pueden quitar y poner rey a su antojo y conveniencia aunque, eso sí, pagando peaje. Lo lógico sería que se pronunciaran por apoyar a Schroeder, a quien por cierto detestan. Pero el tributo que el actual canciller tendría que pagar sería altísimo: Lafontaine ya ha dicho que sólo apoyará al SPD si éste renuncia a su política económica "neoliberal". Toma ya.
 
Queda sólo la "gran coalición". Pero en las actuales circunstancias sería como mezclar el vino y el aceite de ricino para servirlo en un banquete de bodas. Veremos qué sucede en los próximos días u horas. Lo que sí queda claro es que estas elecciones, en las que tantas esperanzas se habían depositado para vencer la profunda crisis económica y social que vive el país, no servirán para mucho. Nadie ha logrado un mandato claro, nadie podrá, por tanto, emprender una política de reformas en profundidad que el país está pidiendo a gritos. En cuanto a Europa, las cosas siguen como estaban. No será Alemania, la antaño "locomotora europea", quien en estas condiciones pueda sacar a la UE del agujero negro en que se encuentra. Paciencia y verlas venir: no queda otro remedio.
 

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