Victoriano Sánchez Arminio envió a José Francisco Jiménez Muñoz de Morales (de ahora en adelante "J.F.J.M. de M."), el hombre del nombre inacabable y las opiniones cortas, a defender la ingeniosa actuación de Rodríguez Santiago en el Espanyol-Real Madrid del domingo por la tarde. Y, en plena ascensión a la "Colina de las Hamburguesas" arbitral, a "J.F.J.M. de M." debió ocurrírsele que lo mejor para todos sería negar la evidencia: "¿Pito?... ¿Qué pito?... No sé de qué me está usted hablando caballero", vino a decirle, mentirijilla arriba, mentirijilla abajo, a José Antonio Abellán en "El Tirachinas" de la Cadena COPE. Nos querían tomar por el pito del sereno.
El "escudero" de Sánchez Arminio, "escudero" éste a su vez de Ángel María Villar, tuvo la poca verguenza (deportiva, naturalmente) de tratar de argumentarnos a la una menos cuarto de la madrugada del martes, cuando todo el mundo había tenido ocasión de ver y oír hasta la saciedad la jugada de marras, que no había sido el pito de Rodríguez Santiago sino otro anónimo y procedente de la grada de Montjuic el que había provocado todo el jaleo. El propio Rodríguez Santiago, al parecer, confesó a sus superiores que él no había pitado. Esto (el hecho de que un responsable del CTA y un árbitro internacional negaran la realidad pura y dura) me llevó a hacerme la siguiente pregunta: ¿Se puede dejar en estas manos un negocio como el del fútbol, un "circo" que mueve tanto dinero y tantas ilusiones?
El Real Madrid ya tenía redactada la impugnación que iba a presentar ante el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol, pero al final Florentino Pérez ha decidido no quemar ahí sus naves. Con o sin impugnación, el efecto ya está plenamente conseguido: serio toque de atención al colectivo arbitral. A la pregunta de "¿Cree usted que aquí está pasando algo raro?", Florentino Pérez ha contestado "yo tengo que responderle que no". Queda, por lo tanto, claramente demostrado que Florentino Pérez piensa que, efectivamente, la Federación Española le ha puesto la proa al Madrid. No ayudó a pensar lo contrario que Joan Laporta fuera diciendo por ahí que él había votado a Villar porque Gerardo González era madridista y les quería cerrar el Nou Camp. El Nou Camp, por cierto, no se cerró.
