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Jorge Vilches

El escenario catalán (y español)

El primer escenario sería la presentación del gobierno tripartito catalán como la fórmula de consenso apetecible y práctica para una “democracia de mayor calidad”, de la que, por supuesto, estaría excluido el PP

Se hace imposible entender la situación española sin tener en cuenta las circunstancias por las que está pasando Cataluña. El problema es importante porque, una vez escenificado el sí condicional de CiU a la reforma del Estatuto y, por tanto, aprobada en el Parlament, ¿qué pasara en el Congreso de los Diputados? Y, ¿qué ocurrirá cuando se apruebe? El escenario es aparentemente complicado, un laberinto de preguntas sin respuestas, con problemas creados artificialmente, y sin una solución, de momento, constitucional. Se podría pensar en una improvisación gubernamental, pero los escenarios están previstos.
 
El tripartito catalán y el gobierno de Zapatero están en manos de ERC. Los republicanos controlan a Maragall, que se ha embarcado en un proyecto nacionalista del que no puede desligarse sin perder el poder, lo que está muy lejos del ánimo del ambicioso presidente de la Generalidad. Los socialistas han convertido a ERC en el eje de la política española. En Cataluña, Esquerra Republicana puede sustituir al PSC por CiU, contando con el apoyo de Iniciativa, que no repudiaría una alianza de gobierno similar a la existente en el País Vasco. Además, Carod y los suyos pueden presionar al gobierno de Zapatero, no sólo por la debilidad ideológica y programática del Ejecutivo, sino porque aún éste no está preparado para unas elecciones anticipadas. Una ruptura con ERC y un adelanto electoral sin haber compensado el marasmo territorial con un aumento considerable de las ayudas sociales, tendría para el PSOE unas repercusiones negativas en las urnas.
 
El socialismo de Zapatero quiere construir tres escenarios previos a la convocatoria electoral. Y todo parte de lo que ocurra en Cataluña. Si el Estatuto es aprobado con la definición de nación catalana y las competencias blindadas fundadas en derechos históricos, se iniciara la puesta en escena. El primer escenario sería la presentación del gobierno tripartito catalán como la fórmula de consenso apetecible y práctica para una “democracia de mayor calidad”, de la que, por supuesto, estaría excluido el PP. Entonces se podría exportar al País Vasco ese gobierno de concentración –segundo escenario– con el modelo del Estatuto casi independentista catalán, abierto al ejercicio del “derecho de autodeterminación”. Esto completaría el acercamiento a las posturas de ETA y, por tanto, el PSOE y los nacionalistas presentarían a Zapatero como el “presidente de la paz”.
 
El tercer escenario sería el social. Es previsible la lluvia de críticas ante el desguace de la nación española y de la soberanía popular, o por el pacto con los etarras, incluidas las voces discordantes dentro del propio socialismo, como las de Guerra, Bono o Ibarra. Las acusaciones de dislocación nacional serían compensadas con un generoso programa de ayudas sociales, sin importar en exceso un déficit público moderado.
 
En todo esto, el PP quedaría descolocado. En Cataluña, los populares de Piqué parecen decantarse por un discurso tímidamente nacionalista, cercano al electorado de la Unió Democrática de Durán i Lleida. Lejos quedará el intento de resurrección de Vidal Quadras, y su deseo de atraerse al electorado españolista que huye del PSC de Maragall. Rajoy se mostrará, así, atrapado por escenarios adversos y unas direcciones regionales que se mueven, piensan y declaran principios e intenciones antes de que lo haga la dirección nacional.
 
Tres escenarios, y un actor principal que reclama a sus diputados y correligionarios la “disciplina de partido”, el silencio y el voto maquinal. Sólo queda por ver si esos socialistas tendrán más en cuenta la lealtad a sus convicciones que el interés de partido. Cosas más raras se han visto.

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