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Aurelio Alonso Cortés

¿Es justificable el miedo a la democracia?

Se ha generalizado en España lo que resulta sorprendente en democracia, sistema para el que es consustancial hablar y opinar en libertad

Como broche a la “Semana del Estatuto”, el 30 de septiembre el Parlament aprobará muy probablemente dicho texto tras aproximarse a la pretensión de CIU en materia de financiación. ERC lo ha aprobado de antemano tamizando dicha trascendental bonificación; sentadas las bases tiempo habrá para la independencia.
 
Lo de Perpiñán le ha dado resultado. ERC ha resultado de hecho respaldada por la bomba de la estación eléctrica de Zaragoza. Para la estrategia monclovita es como si nada hubiera ocurrido. Sólo existe aquello de lo que quiere enterarse Zapatero. Y éste, para que no se enfaden los terroristas, ha ignorado el bombazo pese a estallar casi a sus pies.
 
Los de la Caixa, gracias a un cada vez más valiente Rajoy, se enteraron en su sede barcelonesa de que el Estatut de marras –artículo 117– somete a las cajas catalanas a la regulación, dirección y control de la Generalidad cuando hasta ahora se limitaban a recibir instrucciones. Visto lo visto, la otrora silente Caixa ha demandado rectificación. Por su parte los discretos empresarios catalanes encabezados por Juan Rosell –posible pretendiente a sucesor de Cuevas en la CEOE– ya habían dirigido a fines de agosto una ambigua carta a Maragall expresando “su predisposición a apoyar la aprobación de un nuevo Estatut” en lo que calificaba de “coyuntura histórica tan significativa para Cataluña y España”. ¿A que España se refieren?; ¿no será a su mercado español que peligra con el intervencionismo del Estatut?. Y hasta el Arzobispo de Barcelona, monseñor Sistach, ha aplaudido en su homilía de la Merced un texto que implanta el laicismo más radical incluida educación laica, aborto a gogó, y eutanasia. Todo ello bajo expresiones políticamente correctas como “salud reproductiva” y “derecho a vivir con dignidad”. Visto lo anterior nos preguntamos muchos españoles: ¿qué fuerza oculta impulsa estos cambios de actitud respecto al modelo de Estado que conllevan tan graves riesgos?
 
En todo caso ¿porqué tanto silencio de los buenos catalanes y vascos, entre ellos los de “a pie”, ante los disparates de sus clases políticas? ¿Es por desinterés de la política como acreditan algunas encuestas, o por miedo? Lo peor es que el silencio ya no es exclusivo. Se ha generalizado en España lo que resulta sorprendente en democracia, sistema para el que es consustancial hablar y opinar en libertad. ¿Estaremos en otra cosa o dicho llanamente en una memocracia?
 
Aznar aludía a “cambio de régimen” el lunes último en la presentación del libro “Un liberal resistente”, sobre Raymond Aron, aquel francés que puso en solfa las nuevas formas de socialismo descafeinado o “progresía de salón”. ¿Presagiaba, como alguien ha comentado, un cambio de monarquía por república? Al menos no lo expresó de modo literal y sería demasiado simplón que lo dijera. Ya se sabe que tan drástica reforma es objetivo desde el 11-M de los carod y su banda republicana y puede que hasta de sus aliados. Y está cantado que tienen todas las cartas para, consiguiéndolo, complicarnos la vida. No es comprensible que Don Juan Carlos aplace ejercer su poder moderador y haya declarado que “no opina” sobre el “modelo de Estado” que, por supuesto, le incluye en el paquete.
 
Lo que quizá Aznar quiso decir con palabras cabalísticas es que hemos pasado, o estamos en trance de pasar, a una dictadura. Si, a una dictadura. En las facultades de derecho se explica como la tercera forma de gobierno junto a la de monarquía y república. ¿Qué otra cosa es que muy pocas personas en España decidan lo que es su Constitución, sin consensos y a espaldas de millones de españoles al estilo de las franquistas Leyes Fundamentales? Posiblemente sea por sentir o presentir el miedo que infunden las dictaduras por lo que la gente opta por callar y guardar silencio. ¡Que simpatía la de Zapatero por Cuba y Venezuela! Magnifico espectáculo será ver desfilar sus soldados por la Castellana el próximo 12 de octubre.
 
Cabe que en el País Vasco el silencio se explique, hasta cierto punto, por el miedo físico a la integridad personal. Al menos lo sentirán quienes viven sólo de su sueldo o de los limitados ingresos de su pyme. No se comprende sin embargo el desasosiego que parece atenazar a la gente oficial y a sus muchos paniaguados. ¿Será por el riesgo a perder su participación en el gordo del cupo con que los españoles les premiamos al redactar y aprobar la Constitución de 1978? Como se sabe, recaudan todos los impuestos con su propia agencia tributaria y al final entregan una pequeña parte a la “hacienda española”, y además con regateos y mala cara. A quien más quien menos le toca alguna pedrea, salvo a los maquetos llegados a trabajarles sus cosas; la exclusión se palpa y atemoriza.
 
¿Obedecerá a similares motivaciones el silencio catalán respecto a lo que guisa su clase política? Esta lotería quiso practicarla CIU pero exige mucha “pasta”. Quizá por ello Mas y compañía amenazaban con votar contra la aprobación si no se arreglaba “lo de la financiación” que, para ellos, es tener un cupo como el vasco.
 
Confiemos que elseny catalán olvidando victimismos centre las cosas, en lugar de conducir a que la gente decente baje la voz hasta silenciarla. Aunque es razonable querer“ser como Madrid” debieran percibir que España es mucho más que Madrid. Alguna razón tienen los catalanes para quejarse y debiera atendérseles en lo que no afecte al modelo de Estado. Celebraría que, como puede ocurrir en la Alemania de Merkel y Schröder, izquierda y derecha vayan aquí a un Gobierno de concentración de cara a la Constitución, turnándose incluso en la Presidencia del Gobierno.

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