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Juan Carlos Girauta

Degeneracionismo

Del viejo regeneracionismo al nuevo degeneracionismo, negar a España ha sido aquí moneda corriente.

El presidente del CGPJ está preocupado. Menos mal que alguien da señales de vida en el entramado institucional sobre el que descansa el primer Estado moderno de la historia, esa complejidad humana, lingüística, artística, sociológica y espiritual que el planeta entero llama España desde hace muchos siglos. Nombre que se ha evitado escrupulosamente en mi tierra desde el ascenso de Pujol al poder y hasta el descenso de Maragall al nadir de la mentira. En el mismísimo instante en que ha lanzado su desafío un parlamento que desconoce y posterga una de las dos lenguas de Cataluña, el profeta de la nada ha rescatado el nombre en plural: las Españas, les Espanyes. Bien. A mí no me desagrada ese plural, que comprende muchas más tierras y hombres y gestas de las que pueda recordar cualquier español, más allá de una docena de eruditos.
 
Como España es atractiva, abierta y acogedora, no hay ningún problema si el debate se nutre incluso de la aportación rancia de los que niegan la Nación. Del viejo regeneracionismo al nuevo degeneracionismo, negar a España ha sido aquí moneda corriente. Todo lo que se ciña a la confrontación de ideas hay que aceptarlo, lo que no significa dar por buena cualquier reinvención de la historia, sino todo lo contrario: que defienda cada cuál, con toda la pericia y la pasión de que sea capaz, su visión. Pero sin amenazas y sin coacciones, que pueden acobardar a editores, a industriales y a directores de escuelas de negocios, pero que no acobardarán a todo el mundo. No sean insensatos, no abran la caja de Pandora. Pero qué digo, si ya la han abierto.
 
Porque estamos ante la estrategia de los hechos consumados. Hechos ante los cuales es de esperar que, tras el presidente del CGPJ, se comporten con el mínimo decoro los que viven del presupuesto para defender las libertades de todos, la igualdad en derechos, la Constitución. Hablo de todas las instituciones sobre las que descansa la tranquilidad del pueblo español. La instancia que no esté a la altura, la que se crea que puede mirar hacia otro lado ante un desafío de estas características, obtendrá el efecto contrario al deseado: se hará conspicua.

En España

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