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José García Domínguez

Torrente 3

Desbordante la algazara de Manuela de Madre al saborear la certeza de que a sus nietos se les prohibirá por ley estudiar en la lengua de la abuela

Indescriptible la euforia de los cuatro charnegos que toleró Maragall en las listas al Parlament cuando supieron refrendada la secesión. Desbordante la algazara de Manuela de Madre al saborear la certeza de que a sus nietos se les prohibirá por ley estudiar en la lengua de la abuela. Incontenible el alborozo del secretario de la UGT doméstica, Pepe Álvarez. Diríase cumplido el gran sueño de su vida. Y tal vez así sea. Pues, tras tantos años de lucha y sacrificios, al fin, roza con los deditos la ansiada utopía: que ni un duro de los impuestos de sus amos vuelva a recalar jamás de los jamases en su Asturias, ex patria querida.
 
Radiante como pocas la sonrisa postiza del alcalde de Hospitalet, Celestino Corbacho. Tampoco a él le faltan razones: a partir de ahora, todos los extremeños que llegaran a Barcelona amontonados a su lado en aquel vagón de tercera serán perseguibles de oficio, caso de no encomendar un oratorio a Pompeu Fabra tras cada mostrador e izar otro a la senyera en todas las cadenas de montaje. Imprescindible como nunca volver a releer el ensayo sobre la inmigración que redactó Pujol ya en 1958, el que resumía el pensamiento colectivo de la collaCrist i Catalunya”, antes de que los dirigentes de la secta se escindieran en las dos partidas actuales: CiU y PSC. “Dejando de lado al inmigrante con mentalidad de conquistador que viene a destruir Cataluña, existe otro tipo que llega a incorporarse. Éste es una gran esperanza (…) ya que constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España”.
 
Elegantísimas esas rúbricas cómplices de los de más allá de la Diagonal, los señores de Barcelona, los alegres aliados de sus sepultureros, los Rosell, los Fainé, los Godó, los Lara; el selecto club de los intocables que quiere ignorar a Schopenhauer –“El destino baraja las cartas, pero somos nosotros quienes las jugamos”– ya que barrunta llegada la hora del orate de Francesc Pujols: “Muchos catalanes se pondrán a llorar de alegría; se les deberán secar las lágrimas con un pañuelo. Porque, siendo catalanes, vayan donde vayan, todos sus gastos les serán pagados (…). Al fin y al cabo, y pensándolo bien, valdrá más la pena ser catalán que multimillonario”.
 
Enternecedor su olvido fatal de que en una economía de mercado, no existe nada parecido a una cena gratis. Impagable la letra de cambio que acaban de firmar. Obsesiva por su parte la prensa regional, repitiendo sin tregua ni descanso la promesa de Rodríguez: bendecirá sin rechistar cuanto se le ha presentado, tal como prometió. Omnipresente asimismo el eslogan de esa tragicomedia bufa que ha de arrasar en la próxima Gala de los Goya: “Pensaron que sólo era un imbécil… y acertaron”.

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