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Amando de Miguel

En Galiza se pone el Sol

Maria Fer me escribe una encendida misiva en gallego. Se define como “unha rapaza tolerante, de esquerdas, galega e independentista”. Confiesa de entra que entre ella y yo “nom estamos de acordo en nada”. Afirma: “Sinto lastima da tua persona… Os teus escritos refuman odio á diversidade lingüística… Os teus artigos estan cheos dun lexico asimilista e colonizador, nom me enfado, e mais riome da tua ingnorancia”. Supongo que no hace falta que traduzca todos esos despechos, desplantes y dicterios. Menos mal que la rapaciña es tolerante.
 
Vamos a cuentas. ¿Cómo es posible que yo pueda sentir odio a la diversidad lingüística cuando mantengo esta seccioncilla? Se verá que continuamente me refiero a la diversidad lingüística como una riqueza. Si me paso por algo es por dar muchas facilidades al inglés y al español americano. Vaya un “asimilista” que estoy hecho.
 
Yo solo puedo sentir odio de una persona, no de un país, una cultura o un concepto. Me parece que doña María ejerce aquí una táctica proyectiva, pues, para reafirmar su galleguidad, necesita odiar a los españoles, a España. Allá ella. Yo no puedo odiar a Galicia, ni siquiera por aproximación, porque Galicia es parte de mi identidad nacional, de mis sentimientos como español. ¿Es eso asimilacionismo o colonización? Yo creo que no, pero doña María está en su derecho de sostener lo contrario. No la voy a insultar. Ni me da lástima ni creo que sea ignorante. Simplemente, se la ve con unas ganas locas de mandar. Tampoco es malo. Ahora bien, que conste que, puestos a hablar de colonialismo interior, mi Castilla de nación ha sido bastante colonizada. Ni se nos ocurre reclamar la “deuda histórica”. Ni siquiera nos dejan ser una “comunidad histórica”.
 
A doña María le molesta que yo hable de “lenguas regionales” (gallego, vascuence, catalán, valenciano, balear). Pero es que lo son. No representa ningún desdoro. En el mundo hay miles de lenguas regionales; la mayoría sin literatura, muchas sin expresión escrita. Todas han de ser respetadas, pero no todas sirven igual de bien para comunicarse. El gallego tiene una preciosa Literatura, mucho más destacada, por ejemplo, que la del vascuence. Digo gallego (y no galego), vascuence (y no euskera), etc., cuando me expreso en castellano, porque así respeto la cercanía de esas lenguas españolas. Si fueran lenguas exóticas para mí, puede que las denominara en su expresión original.
 
Por otro lado, la Constitución española reconoce (for the time being) una sola nación: España. Los independentistas gallegos tienen que recurrir normalmente al castellano para entenderse con lo que queda de España. Tampoco es un oprobio. Es más, emplean el castellano para entenderse con medio mundo. Otra cosa. Galicia será pronto independiente; no pierda cuidado doña María. En ese caso ustedes prescindirán del castellano, pero tendrán que pasar al inglés. Es lo que ocurrió en Filipinas. Así les ha ido a los tagalos. Esa situación va a ser un desastre para los gallegos, excepto para los pocos que acaban de subir a los coches oficiales y no se van a bajar de ellos “nunca más”. Ese es el verdadero sentido del “nunca más”. Por cierto, el famoso eslogan se acuñó primero en inglés. Otro día le contaré la historia, por si no la conoce. Lo que ustedes quieren es mandar de verdad, sin oposición posible. Es un impulso humano. Pero, mientras tanto, no hace falta que nos den la barrila.
 
Nota bene. En mi despacho de la Universidad solo tengo un cuadro artístico. Es un precioso dibujo de Castelao. ¿Podré seguir con él cuando ustedes manden de verdad? No sé si me explico con eso de “mandar de verdad”. Quiero decir que la Galicia independiente de sus sueños solo va a ser posible con la forma de un Estado totalitario, y además, subvencionado por lo que quede de España. Es la fórmula de los independentistas vascos y catalanes, que los de la cuerda de María Fer imitan con mansedumbre. Ya se sabe, “keeping up with de Joneses”.
 
La aguerrida María Fer ─la metempsícosis de María Pita─ vuelve a la carga de la brigada ligera con otra entrega aún más cáustica. Una muestra de su estilo: “Alguén lle tenía que dicir a iste filólogo de andar por casa [yo] que o euskera nom é unha lingua latina… O uso de termo vascuence nom ten outra intencionalidade que ferir sensibilidades e provocar os máis baixos insitinstos”. En su virtud yo soy “un tonto contemporáneo chamado Amando de Miguel… nostáxico do réxime [franquista, supongo]… intelectual de medio pelo… un chupatintas”.
 
Me fatiga tener que reiterar que el uso del término vascuence en castellano es justamente para respetar el idioma de los vascos. He vivido parte de mi infancia y mi adolescencia en San Sebastián [traducción de Donostia] y todo lo vasco toca mi sentimiento. Nunca he dicho que el vascuence sea una lengua romance. Simplemente, durante cientos de años algunos clérigos vascos estuvieron hablando latín y vascuence hasta que empezaron los primeros vagidos del castellano. Ese nuevo romance fue el latin hablado por vascos. ¿Cómo no va a ser querible el vascuence para una persona que piensa en castellano?
 
Puede que sea un tonto contemporáneo y las otras lindezas que me atribuye la brava doña María, pero lo de “nostálgico del franquismo” no me va. Fui un huésped en la cárcel en tiempos del de Ferrol y no precisamente por quitar sino por poner. Una persona se define muy bien por la manera de escoger los insultos que dirige a otra. Vamos que la filóloga gallega bien podría esmerarse en adornarme con una sarta de insultos de auténtica raigambre de su tierra. De otra forma los libertarios van a pensar que la gallega tiene el dominio del léxico de un guacamayo o la capacidad analítica de un mejillón.
 
Frankly speaking, Ms. María, don’t you think is it ridiculous to discuss between us in Galician or in English when you and I can express ourselves quite well in Spanish? I reckon my English is pretty lousy and your Galician is not rich enough. After all, this tiny section goes in a digital paper written in Spanish. It seems that you hate me. I’m afraid you’re falling in love with me. God help me! As a matter of fact I’m not a hamburger. Me refiero, claro está, al eslogan de una conocida marca de hamburgueserías. “I’m loving it”.
 
Gabino Rodríguez aporta una interesante observación. Por lo visto y oído, hasta hace pocos meses los socialistas gallegos decíanGaliciay los bloqueiros se referían aGaliza. Pues bien, desde que subieron a las gradas del poder, ambos grupos evitan pronunciar el nombre de su país o nación. En su lugar, hablan precisamente de país o nación, sin decir qué nombre adhiere. Incluso en algunas ruedas de prensa, el panel que figura detrás del orador dice solo que es la Presidencia o la Vicepresidencia, pero sin mencionar a Galicia o a Galiza. Extraño caso de ocultación nacionalista.

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