Les resumiré como viví yo la “gran jornada de acción contra la política del gobierno”, organizada ayer martes por los sindicatos unidos jamás serán vencidos y apoyada por los partidos y grupos de carcas de izquierda. Por la mañana, como suele ocurrir los días de huelga de Correos, y no los otros, recibí cartas. Por la tarde, fui en autobús a una ritual cita médica. Como a los coches de segunda mano, siempre les faltan piezas de recambio, a los viejos señores, siempre nos faltan años de recambio. Lo digo para señalar que los autobuses circulaban normalmente, en cambio, no se distribuyeron periódicos y dejaré para otra ocasión mi comentario sobre la nueva diagramación de Le Figaro.
Me llamó la atención, durante mi recorrido en autobús, la escasez de coches, como si estuviéramos en un agosto de allá por los años sesenta. Me dije que la gran manifestación unitaria no debía de ser tan grande, porque, aunque se desarrollara en otros barrios, con el también ritual recorrido República-Nación (se trata de plazas y no de conceptos metafísicos), cuando los manifestantes son muchos de verdad, eso crea atascos, colapsos, bocinazos y cabreos en todo París. Lo más probable es, que además de lo escuálido de la manifestación, muchos parisienses y banlieusards, aprovecharán la ocasión, para tomarse otro día de vacaciones, con la noble coartada de apoyar la huelga. Hay que señalar, que ya se había firmado un acuerdo tripartito, entre el gobierno, la región (presidida por el PS) y los sindicatos (salvo la comunista CGT), para mantener un servicio mínimo los días de huelga, que parece haber funcionado mejor de lo esperado. Como, desde 1995, todas las huelgas y manifestaciones son esencialmente de funcionarios (de todas las clases), la Educación nacional estuvo en primera línea, lo cual tuvo como resultado, tan improvisto como agradable, de que las calles y cafés se llenaron de chicas ociosas. Luego, por televisión, teniendo en cuenta la dominación socialcomunista de los medios estatales, y la influencia de éstos en los privados, todo fueron gritos de victoria, amenazas de acciones duras, reivindicaciones soviéticas de estado über alles y demás desmadres. Pero la propia censura de las imágenes, ninguna vista aérea, por ejemplo, demostraba que ese griterío no lograba disimular la realidad: 500.000 manifestantes en toda Francia, no es nada, incluso si los sindicatos, ritualmente, anuncian el doble. No es nada pero es suficiente para asustar al gobierno, que se “pretende” social (léase socialista), como así lo demostró el cursi de Villepin en el Parlamento.