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Agapito Maestre

Todo es posible

Cuando el Parlamento de Cataluña legisla sin tener en cuenta que es una región, nacionalidad o comunidad autónoma, entonces está situándose al margen de la ley y el poder legalmente constituidos

Pocas veces el espacio editorial de El País lo dedica a un sólo tema. Algo grave sucede, cuando el periódico editorializa centrándose en una única cuestión. Algo dramático está pasando en España. Algo comparable al intento de un golpe de Estado, por ejemplo, el asalto llevado a cabo por Tejero del Congreso de los Diputados, o el atentado terrorista del 11-M en España o el 11-S en EEUU, etc., tiene que ocurrir para que El País dedique el editorial del domingo al único y exclusivo tema de “El Estatuto de Cataluña, a debate”. Los peligros de la nación alcanzan ya a Prisa y, por supuesto, a nombres propios de esta empresa.
 
Lo leo detenidamente y mi primera impresión es que están asustados, tienen pavor, ante la provocación de los nacionalistas catalanes a la nación española. No obstante, los editorialistas -es fácil notar que está escrito por más de una mano y un cerebro- tratan de centrarse en los argumentos del Estatuto para eludir las emociones, miedos, frustraciones y recelos que rodean la discusión de este Estatuto una vez salido del Parlamento Catalán. Imposible. No lo consiguen. El miedo los atenaza. Es como si estuvieran impedidos a reconocer algunas sencillas verdades. Ellos quieren sobrevolar. Situarse por encima de la batalla política, pero no lo consiguen.
 
Porque el proyecto de Estatuto simple y llanamente rompe el marco de convivencia de todos los españoles, la Constitución, es imposible verlo como algo que nada tiene que ver con cada uno de nosotros, con nuestras emociones y sentimientos. Esto sería tanto como intentar escribir de nuevo el famoso cuento de Borges: “La busca de Averroes”, que pretendía demostrar, en su libro “Destrucción de la destrucción”, contra el asceta persa Ghazali, que la divinidad sólo conoces las leyes generales del universo, lo concerniente a las especies, no al individuo. Eso es imposible. El País demuestra su españolidad o muere. La cuestión es demasiado importante para bordearla sin dejarse algunos jirones de su dura piel. Todo ha ido demasiado lejos por culpa de la voracidad de unos políticos nacionalistas y la impericia de un presidente del Gobierno, que más parece un suicida que un hombre de Estado. Nadie culpe, pues, a dos nacionalismos, el español y el catalán, enfrentados. Eso sólo está en la mente perversa de quien es incapaz de comprender que el nacionalismo español no existe. Por cierto, hasta que esta verdad no entre en las entendederas de la gente de El País, y no parece aún clara en el editorial que comento, difícilmente se podrá dar alojamiento democrático al nacionalismo independentista catalán.
 
En cualquier caso, los lectores del editorial lo barruntan: Si España cae… El País caerá en una crisis sin precedente. Los editorialistas, sin embargo, quieren eludir la expresión de este temor, o mejor, de este vértigo, con cuestiones de formas, pero al final tienen que reconocer abiertamente lo que barruntan sus lectores y hasta su dueño. Corren muchas teorías sobre las motivaciones tácticas en la redacción del Estatuto, pero pedir el máximo imaginable para garantizar el mínimo necesario, posiblemente, puede llevarnos a una crisis que sólo puede superarse en unas elecciones generales anticipadas.
 
Algo importante, sin embargo, olvida el editorial deEl Paísa propósito de los políticos catalanes que han olvidado todo lo que les da legitimidad, España. Sí, cuando en una nación todo es posible, incluida la mayor de las arbitrariedades, podemos decir que estamos al borde de su destrucción. Cuando un Parlamento regional legisla como si se tratara de un Parlamento nacional, estamos ante el camino de su propia destrucción. Cuando el Parlamento de Cataluña legisla sin tener en cuenta que es una región, nacionalidad o comunidad autónoma, entonces está situándose al margen de la ley y el poder legalmente constituidos. Un proyecto de Estatuto al margen de la ley de Leyes no puede ser admitido a trámite.

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