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Federico Jiménez Losantos

Contra toda esperanza, en Cuba como en España

La libertad no es un negocio ni tampoco una apuesta: es una moral cívica a la que no se puede renunciar sin abdicar de la dignidad personal

El Partido Popular, bien representado por Eduardo Zaplana, ha hecho lo único que un político liberal y una persona decente puede hacer contra el régimen castrista: combatirlo. Y hacerlo respaldando a quienes desde hace cuarenta y seis años siguen empeñando su vida y perdiéndola a chorros en las cárceles y los destierros interiores de esa inmensa mazmorra varada en el Caribe que es régimen del iberosaurio maldito. El PP salva así el maltrecho honor de España, que de la mano de Zapatero y Bono, con las más altas complicidades institucionales, han querido lamer  las botas manchadas de sangre del Monstruo de Birán al invitar a sus gorilas a desfilar en la Castellana, honor que han despreciado. En su lugar, hollarán el paseo y se subirán a los árboles las tropas del Gorila Rojo venezolano, su socio. A cambio, es de temer la presencia del sanguinario dictador cubano, el más longevo del mundo, en Salamanca. Que la patria y cárcel de Fray Luis hospede al carcelero de Raúl Rivero es una forma de continuidad en la iniquidad. Pero siempre ha existido y existirá el Mal en el mundo. La cuestión es si se está dispuesto a luchar contra él.
 
Nadie ha demostrado más y mejor que los disidentes del comunismo esa lucha “contra toda esperanza”, por usar el título del famoso libro de Armando Valladares. Y más vale que nos acostumbremos a la compañía y al ejemplo de los disidentes cubanos, los únicos cubanos que de verdad representan a su nación y no a un régimen criminal, porque en España nos enfrentamos a una situación similar en este proceso político socialista y revolucionario que se abrió entre el 11 y el 13M, se asentó el 14M y padece  ahora con el Estatuto de Cataluña un asalto mortal a la nación más antigua de Europa. No pocos son –somos– pesimistas sobre el desenlace de ese reto político que no es el de los separatistas catalanes a España, sino la traición del presidente del Gobierno de España a la nación que representa y juró defender. Y no pocos dicen que es absurdo dar batallas que no se pueden ganar.
 
Eso sí que no. La dignidad, el respeto a sí mismos y a la libertad ha empujado y empuja a los disidentes cubanos a enfrentarse con el régimen de Castro contra toda esperanza, salvo una: vivir de acuerdo con su conciencia y defender lo que consideran  legítimo para el futuro de la patria. En España, los liberales afrontamos la misma situación ante el desmembramiento artero y la turbia almoneda de nuestra nación, que se hunde con nuestras libertades. Y también nosotros debemos enfrentarnos al Leviatán del Carmelo, al Monstruo del Tinell, a ese Estatuto dictatorial que llevaría a Cataluña de la brida y por la senda venezolana hasta desembocar en la ciénaga del castrismo. Pero si, contra toda esperanza, los cubanos que defienden su libertad y su nación; los españoles debemos hacer lo mismo. La libertad no es un negocio ni tampoco una apuesta: es una moral cívica a la que no se puede renunciar sin abdicar de la dignidad personal. Mal, muy mal estamos en España y mucho peor vamos a estar, pero tomemos ejemplo de los hermanos de Cuba. Nosotros afirmamos este 12 de Octubre que sólo creemos en la Hispanidad de la Libertad. La hedionda vida encerrada de la especie de la vista baja, quede para los puercos.

En España

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