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Pablo Molina

Doctor Mortis Causa

Uno de los síntomas más claros de una democracia decadente, es el entusiasmo con que se honra a aquellos que la desprestigian

Uno de los síntomas más claros de una democracia decadente, es el entusiasmo con que se honra a aquellos que la desprestigian. La tarea de designar a los que deben ser ensalzados por sus virtudes políticas recae, faltaría más, en los sufridos hombros de las «gentes de progreso», depositarios de la legitimidad democrática a pesar de que hasta ayer mismo denunciaban «el sistema» como un invento burgués para seguir oprimiendo a las clases desfavorecidas.
 
La banda de honores progresistas, con Rosa Regás en funciones de portavoz ocasional del sanedrín, ha premiado esta vez a Don Santiago Carrillo Solares, un demócrata de toda la vida, con la concesión del Doctorado Honoris Causa por la Autónoma de Madrid –en dura competencia totalitaria con la de Murcia, que hizo lo propio en su día con Yaser Arafat– en reconocimiento a una vida entera de lucha por la libertad. “Aunque le pese a los fachas”, ha añadido la Directora de la Biblioteca Nacional (con perdón). Mujer, a los fachas y a dos o tres personas decentes más, no sea tan estricta. Y no es que tengamos nada personal contra Carrillo, persona íntegra donde las haya y distinguida desde muy joven por su exigencia en el cumplimiento del deber. Tanto, que los observadores enviados por Stalin para vigilar el respeto por la libertad y los principios democráticos en el bando rojo durante nuestra Guerra Civil y evitar peligrosas desviaciones totalitarias, informaron repetidas veces exaltando el estajanovismo del joven Carrillo en asuntos comprometidos como el de Paracuellos del Jarama, aunque ahora se sabe que mintieron, pues el aludido ha afirmado en repetidas ocasiones que se enteró de la existencia de esa localidad madrileña “por la prensa”, mucho después de aquel episodio fortuito. O sea que menos incienso, Doña Rosa, que el doctorcito ya ha dicho que no tuvo nada que ver en las políticas de progreso implantadas en Madrid durante el invierno del 36.
 
Y eso por no citar a otros ilustres camaradas como Valentín González “El Campesino”, que en sus memorias (“Yo elegí la esclavitud”, Plaza y Janés) cuenta algunas andanzas de Carrillo junto a la Pasionaria en la URSS tras la guerra que dicen muy poco de su ortodoxia comunista, es decir, democrática.
 
A esta matriarca de la «gauche divine» catalana, cuyo compromiso con los valores democráticos quedó esmaltado en su famosa frase tras el 14-M «me he alegrado más de la derrota del PP que de la muerte de Franco», parece que la fe progresista le ha llevado a ensalzar en esta ocasión a un peligroso desviacionista. «Santiago Carrillo estuvo luchando durante mucho tiempo para que recuperáramos la vida política y sin vida política no somos nada y sin personas como Carrillo seríamos menos», finalizó su catilinaria la Regás. Al contrario camarada, sin Carrillo seríamos más. Alrededor de cinco mil, másla descendencia.

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