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Federico Jiménez Losantos

Gabilondo, rector Horroris Causa

Hasta ahora, Paracuellos era Carrillo y Carrillo era Paracuellos. Desde ahora, Paracuellos es también el rector Gabilondo de la Universidad Autónoma de Madrid

En un alarde de amor al crimen, en un siniestro rito académico de culto a la masacre, en una provocación guerracivilista contra media España sin consultar a la otra media, el rector Gabilondo va a permitirse investir Doctor Horroris Causa a Santiago Carrillo Solares, un personaje que, tras la desclasificación de los documentos soviéticos y las nuevas aportaciones de historiadores sin prejuicios ni autocensuras progres, aparece como el máximo responsable de la mayor masacre de la historia contemporánea española, de la más salvaje y absurda, si es que el absurdo no fuera uno de los fundamentos del terror de masas que los comunistas elevaron a razón de Estado y a forma preferente de Gobierno. Hasta ahora, Paracuellos era Carrillo y Carrillo era Paracuellos. Desde ahora, Paracuellos es también el rector Gabilondo de la Universidad Autónoma de Madrid, porque según la infame decisión del claustro que él preside, la actuación de la Junta de Defensa de Madrid, responsable del asesinato de miles de personas, menores incluidos, sin formación de causa, ni juicio, ni otra cosa que el amparo de la famosa  “legalidad republicana” bajo la que habían sido secuestrados de sus casas, es algo digno de premio, elogio y agradecimiento universitario. Qué gentuza.
 
En realidad, el enaltecimiento de los crímenes de Carrillo es algo más que una provocación criminosa y criminal. Es la demostración de que la Universidad española se ha convertido en un gulag de burócratas desvergonzados que compensan su inanidad intelectual con la pública apología del delito, siempre que el delito sea de izquierdas. Ya hace unos años nombraron Doctor Honoris Causa en otra universidad madrileña al dictador comunista alemán Eric Honecker, pocos meses antes de la caída del Muro y de la liquidación de su abyecto régimen. Los villapalos de entonces, tan miserables como los de ahora, alegaron que así trataban de mejorar las relaciones con el Este. ¿Y qué alega el rector Gabilondo para honrar ahora a Carrillo por sus crímenes? ¿Que no ha pedido nunca perdón por ellos? ¿Que ha mentido en sus libros? ¿Que nunca ha contado la verdad, ni su papel en la eliminación de sus propios compañeros de partido cuando repicaban a masacre en el Kremlin? No. El propio Carrillo ha delatado con sus estúpidasinjurias a Moa y a César Vidallo que muy probablemente va a proclamar en el elogio al carnicero de Paracuellos el ex-rector Cayetano López Martín: que se trata de retar a los historiadores y de provocar a los cientos de miles de lectores que, en un movimiento intelectual sin precedentes, han roto el muro de silencio académico sobre las masacres de la guerra en el lado socialcomunista y revolucionario, masacres que empezaron en 1934 y que, por cierto, también contaron con la participación de Santiago Carrillo. Pero un viejo chequista empeñado en borrar su única página decente, la colaboración con los franquistas en la llegada de la democracia, no es el responsable de esta infamia. Son los rectores como Gabilondo los que ensalzan y canonizan las masacres de la guerra civil. Son ellos los que legitiman el crimen de ayer, quién sabe si para justificar el de mañana.

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