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Amando de Miguel

Todavía más trabucamientos

Luis María Jadraque (médico) cuenta la entrevista clínica con una pareja. Afirmaban los dos que les iba muy bien “hacer el córpore insepulto” (= coitus interruptus).
Juan Ignacio Contreras (Almuñécar):
─ “Este cuchillo no corta, está desafinado” (= desafilado)
 
Mª Paz Castro (su marido se bajó del coche para preguntar por una calle en Cádiz mientras ella permanecía al volante. Una señora muy amable empezó a explicárselo y se vino al coche):
─ “Espere, espere, que se lo explico a la chofa” (= la chófer).
 
Roberto Raposo
─ “El médico me ha dicho que tengo reuma asiática” (= reúma ciática).
 
Antonio Carpi (Lérida):
─ “Es un corredor bregario” (= gregario, un ciclista de categoría secundaria. El contagio quizá se produce por lo de “peón de brega” de los toros).
 
Fernando Pérez de la Dehesa:
─ “Por favor, de postre póngame un melocotón en aníbal” (= almíbar).
 
Edición Económica (EFE) me envía un trabucazo del género de traducciones castizas:
─ “El cachi flu (= cash flow, liquidez, recursos) de la empresa”.
 
Juan José López Tapia (farmacéutico):
─ “Déme un descompuesto” (= el jarabe Teolixir compuesto).
 
Juan Puyol:
─ “Yo es que intimido (= intimo) mucho con los reclutas”. Dicho por un alférez en la mili.
─ “Rayos inflarrojos” (= infrarrojos).
─ “Rayos ultraviolentos” (= ultravioletas).
 
Víctor Miguel Gutiérrez Pérez añade trabucazos de todos los calibres:
─ “Pero sin embargo… Mas sin en cambio” (= sin embargo).
─ “Cuando un trabajador está ociosio” (= ocioso)
─ “No quiero comer en este lugar, es insoluble” (= insalubre)
─ “Había entrado un intrucho (= intruso) en la casa”
─ “Yo quiero picza” (= pizza)
─ “¿Te acuerdas de quién emperó (= rigió, gobernó) Japón en 1888?
─ “Cabeza de morlito” (= chorlito)
─ “Ese anda tuerto de un ojo” (= tuerto)
─ “Esaptitud” (= exactitud)
─ “Trasguiversar” (= tergiversar)
─ “Los indígenas (= indigentes) son un grupo numeroso en las ciudades”.
 
Jaime Lerner, corresponsal de plantilla, me envía la siguiente historia que titula “Trabucazo semántico venezolano”:
“Cuentan que aún en los momentos más embarazosos de su vida solía don Andrés Bello plantarle correcciones del leguaje a quien le correspondiera. Cuentan también que al famoso gramático le gustaba "rasparse" --como dicen en Caracas-- a cuanta cachifa y/o doméstica se le cruzara por el camino. El hecho en cuestión sucedió en una lujosa residencia de la Caracaas de los tiempos de don Andrés, a la que había sido invitado el maestro. Entre charlas y tragos ya se encontraba nuestro hombre en el cuarto de una de las del servicio, cuando de pronto el ama de llaves entró y encontró al maestro en "el acto". Exclamó la mujer: --¡Don Andrés, estoy sorprendida!. A lo que Bello, molesto por el mal uso del idioma, la corrigió: --Perdone usted señora, pero aquí el sorprendido soy yo. Usted, lo que está es estupefacta”.
 
José Mª Vingueras narra otra historia de un trabucazo sevillano.
“Trátase de una conversación entre un peluquero y un cliente asiduo:
Peluquero: -<<Que digo yo, Don Juan, que los cristianos tenemos que ser "efervescentes">>.
Don Juan: -<<Querrá Vd. decir "fervientes">>.
Peluquero: -<<Bueno, son palabras "sinagogas">>.

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