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Juan Carlos Girauta

Un escenario en el que sobran Montilla y Maragall

El nuevo escenario amortiza, con efectos inmediatos, a Montilla, puente entre Zapatero y Maragall. Su papel pierde sentido. Además, como puente es un desastre de la ingeniería

Artur Mas y Alfonso Guerra nos indican por dónde irán los tiros cuando la comisión constitucional ponga las cartas estatutarias boca arriba. “Se gobierna más cómodamente con CiU que con ERC”, ha afirmado el socialista sevillano el mismo día en que el líder nacionalista declaraba su intención de (y proclamaba su derecho a) negociar directamente con el PSOE. Trastorno fenomenal para el tripartito, giro inesperado en un proceso al que CiU había llegado metida en un paquete con la etiqueta del PSC. Se va confirmando el verdadero sentido de la reunión Zapatero-Mas que salvó el Estatuto y desconcertó, sobre todo, a Maragall.
 
El nuevo escenario, además de rebajar algunos riesgos generales, conviene a fin de cuentas a Zapatero. Veremos cómo administra Mas la cal y la arena del maximalismo y la prudencia. También habrá que comprobar si el PNV prefiere seguir en el monte con Carod o valora la oportunidad. ERC ha percibido perfectamente la amenaza; sabe que los vientos van a girarse en su contra. La diferencia esencial entre CiU y ERC radica en el grado de realismo de sus análisis: los segundos creen de verdad que dentro de una década Cataluña será independiente. De este error original, de este increíble desconocimiento del tejido catalán, deriva la serie de errores encadenados que conocemos.
 
Pasqual Maragall no cabe en el nuevo escenario. Comparte en gran medida la visión de la Esquerra y ha metido a su partido y a su país en una aventura identitaria y confusa ajena a sus votantes. Para su desgracia, las diversas corrientes críticas que han aparecido en la izquierda catalana equivalen al vaciado intelectual del PSC. En el fondo tampoco cree en la aventura la formación de Mas. Pujol señaló el origen del nuevo estatuto: había que armar una poderosa reivindicación de cara al gobierno Rajoy, que se daba por seguro.
 
El nuevo escenario amortiza, con efectos inmediatos, a Montilla, puente entre Zapatero y Maragall. Su papel pierde sentido. Además, como puente es un desastre de la ingeniería. Ha devenido la voz más arisca, el talante más antidemocrático, el personaje más molesto de la política española. Amenaza a medios críticos, insulta a comunicadores, se encastilla en el lenguaje del enfrentamiento sin comprender que el último que puede hacer tal cosa es el gobernante. Sutilezas que escapan al zurupeto. Para colmo, ha servido desde el poder a los intereses de la entidad que le regaló a su partido más de mil quilos. Adiós, ambicioso bachiller. Cuán presto se va el placer.

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