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Juan Carlos Girauta

Las relaciones peligrosas

Primeras valoraciones gubernamentales, las del ministro Bono: Otegi es "un experto en secuestros (ejperto en jecuejtroj) y en delincuencia", añadiendo que "si los lobos y los roedores hablaran, les prestaría la misma atención".

En la España de Rodríguez, los actos de Otegi no son, como solían, tema de orden público. Son ocasión dorada para que los medios analicen las opiniones de un relevante agente político: qué le vamos a hacer, está en el aire que la legislatura, y el propio futuro gubernamental y partidario de Rodríguez, están en manos del protagonista de Mañana, Euskal Herria. Mayor Oreja descubrió hace meses una ominosa relación entre ETA y el proceso de reforma estatutaria catalán, nexo que desagradó a propios y extraños. A partir de un reciente comunicado, Acebes miró en la misma dirección, concitando una variante tripartita del odio africano en forma de críticas acerbas y amenazas de querella, pronto sustituida por solemne proclama institucional del presidente del Parlamento de Cataluña.

Mientras esperamos (sentados) las valoraciones, declaraciones institucionales y apostillas maragalianas o benachinas a Otegi, constatamos varias circunstancias sombrías: al igual que sucedió con en el último comunicado etarra, Rodríguez se lleva unas palmaditas en la espalda, esta vez por ser el primer presidente de Gobierno español que acepta "naciones diferentes a la española", lo que constituye a ojos de Otegi "una revolución política". El presidente debería preguntarse por qué cae tan bien al entorno etarra. Además, es el propio batasuno quien recupera la teoría del vínculo, sólo que Otegi no se dedica a teorizar sobre política sino, más bien, a precipitar la política: "Si el señor Zapatero es un estadista, quizás intente conjugar ese proceso de reforma territorial con la solución al conflicto vasco."

Todo esto da una idea aproximada de la naturaleza del precio a pagar por el Estado, con un añadido preocupante: "Sin Navarra no hay solución, no hay proceso, no hay acuerdo." No se da, pues, por satisfecho con los varios precios políticos que el Gobierno ya ha pagado: el precio de acabar con el Pacto por las Libertades, el precio de derogar por la vía de hecho la Ley de Partidos, el precio de la aquiescencia ante la irrupción del PCTV, el precio de la claudicación formal en el Congreso de los Diputados, el precio de dejar de condenar los atentados y el precio de convertir al líder (je) de los socialistas vascos en un pajarillo para que píe en Gara.

Primeras valoraciones gubernamentales, las del ministro Bono: Otegi es "un experto en secuestros (ejperto en jecuejtroj) y en delincuencia", añadiendo que "si los lobos y los roedores hablaran, les prestaría la misma atención". Cuénteselo a su jefe, a ver qué opina.

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