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Amando de Miguel

Dudas gramaticales

Sebastià Monserrat (Baleares) ha hecho un detenido análisis del texto de la famosa LOU. La palabra “alumnos” aparece 238 veces y “alumnas” solo 27.

Son innúmeros los emilios que protestan por el arbitrario uso que hago de la norma oficial para prescindir de la tilde en el adverbio “solo”. Me parece un uso correcto, permitido por la Real Academia Española y que busca la simplicidad. Comprendo que puede haber cierta confusión entre el adverbio y el adjetivo, pero es mínima. Solo se aprecia en algunas charadas. Por otra parte, sería un desastre si tratáramos de eliminar todas las posibles anfibologías o confusiones en las palabras. Vamos, que el idioma perdería toda su gracia. Mucho más grave es lo del “su” que en inglés, por ejemplo, se puede traducir por your, his, her o its. No tiene fácil arreglo. Lo de precisar “su de usted”, “su de ella”, etc. no deja de ser una cursilada. Así pues, dejemos el “su” como está, aunque se puede prestar a ciertas confusiones y chistes.

Otra cosa, son también cientos los correos en los que se me recuerda que “acento” es el tónico y “tilde” es el gáfico. Bien, pero si nos referimos a la ortografía de las palabras escritas, al decir “acento”, todo el mundo entiende que es el gráfico. Tilde es también la diéresis o el moño de la eñe. No me sean chinchorreros con lo de “solo” y con lo del “acento”. Bastante tenemos por delante en el asunto de cuidar la lengua española, quiero decir, la más común en España, for the time being.

Fernando Perles arguye que, si se acepta piolet del francés, el plural de pioletes “suena realmente cursi”. Tiene toda la razón. La Real Academia Española introduce piolet “del inglés”. Creo que es un error. Esa voz no es inglesa sino francesa. Al igual que otras (chalé, parqué, carné), sería mejor manejarlo como piolé. En cuyo caso el plural de piolés parece más razonable.

Daniel Ramos Sánchez (Oviedo) no está de acuerdo con mi tolerancia para admitir fregasuelos, ya que el verbo es fregar. Por la misma razón, arguye don Daniel, se podría decir dormevelas en lugar de “duermevelas”, o calentaplatos en lugar de “calientaplatos”. Tiene razón mi corresponsal. Quizá he sido un poco ligero al admitir fregasuelos o fregaplatos pero es que no me suenan mal. No creo que las reglas de formación de palabras tengan que ser rígidas. No me extrañaría que se impusiera lo de calentaplatos, que de momento no me suena mucho. Pero decimos “calentador”, no calientador. Luis (Valencia) me reprocha que hace tiempo me hizo una consulta y que no le he contestado, “por lo que deduzco que [en LD] no hay tanta libertad y sí es muy digital”. No sé qué tiene que ver el culo con las témporas. No tengo la obligación de contestar a todas las consultas. Suelo evitar las que son repetitivas, las puramente gramaticales o las simplonas. A ese último género pertenece la de Luis. Quiere saber si a un dictador ya desaparecido se le puede llamar ex dictador. No lo creo. De otra forma, todas las personas del pasado tendrían que ser “exes”. El prefijo “ex” pide que la persona a la que se refiere siga viva. Aun así, caben más limitaciones. Por ejemplo, sería una observación malintencionada decir que Enrique Múgica Herzog es un ex comunista.

Sebastià Monserrat (Baleares) ha hecho un detenido análisis del texto de la famosa LOU. La palabra “alumnos” aparece 238 veces y “alumnas” solo 27. Se pregunta: “¿Debemos entender que el legislador se refiere al alumnado de sexo masculino en las 211 veces restantes en donde solo aparece el término “alumnos”? Un espíritu de lo políticamente correcto incitaría a sugerir 211 enmiendas al texto de la ley, aunque, basándose en el sentido común, supongo que serían suficientes 27”. Entiendo la ironía. Con decir “alumnos” se entiende perfectamente que están incluidos los dos sexos, sin excluir los de sexo ambiguo y hasta los posibles hermafroditas. Por lo mismo, el “legislador” se entiende perfectamente, por mucho que ese término fundamentalmente corresponda a la ministra. Habrá quien crea que eso es machismo, pero ya se sabe que, cuando el diablo no tiene que hacer, con la escoba se pone a barrer.

Manuel Picazo lee en El País el término “pobrísimo”. Se pregunta si no será mejor decir “paupérrimo”. A mi modo de ver, los dos superlativos valen. Paupérrimo es la forma culta; pobrísimo es la voz coloquial. Es algo así como óptimo y buenísimo.

Manuel Mateus de Vicente aporta el dato de que en su pueblo salmantino también se empleaba la forma de “vos”. Ahora ha desaparecido con la radio y la televisión.

Helen Alvarenga (Ceuta) comenta que en El Salvador se utiliza el “vos” para tratar a los iguales o a personas de menos edad. En cambio, para tratar a personas mayores se usa el “usted”. Otro dato. En lugar de “doña” se dice “niña”. Por ejemplo “niña Carmen” para una señora.

Salvador Bennasar Adrover (Mallorca, Baleares) señala que en Mallorca también se utiliza el “vos” para dirigirse a los mayores. Termina con este lamento: “Qué pena que el tema de la lengua se emplee como excusa para separar, en lugar de alegrarnos por la riqueza cultural que supone para todos”. Sí, señor; ese es el espíritu libertario.

Miguel Martos pregunta si hay alguna diferencia ortográfica entre ve (del verbo “ver”) y ve (imperativo del verbo “ir”). Pues no, ninguna. Tampoco hay que poner un acento a una de ellas para evitar la posible confusión. Don Miguel me pregunta asimismo por el plural de “ex” (sustantivo). Muy sencillo: “exes”. Algunos prefieren decir “los ex”, pero a mí me gusta más “los exes”. Los académicos no se han puesto de acuerdo sobre el particular, ¡como si no hubiera exes en sus familias!

Arcadio Domínguez Vañó subraya un divertido titular de LD: Blanco abandona airadamente un acto en el que se criticó la política sobre personas mayores del Gobierno”. Tampoco es grave. Todo el mundo entiende que se trata de una de esas travesuras del hipérbaton. Está claro que es “la política gubernamental sobre personas mayores”. Más difícil es lo de “Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora, campos de soledad…”. De todas formas, se admite la protesta. Tampoco es cuestión de que lleguemos al Libertinaje Digital.

Joaquín Ramírez (Córdoba, España) asegura que le “corroe una duda”, nada menos que “cuándo debe usarse el paréntesis”. Más, “¿se usan signos de puntuación tras el paréntesis?”. Es claro que el paréntesis sirve para aislar una observación dentro de la frase principal. Reconozco que yo abuso un poco de ese signo ortográfico, quizá porque pretendo decir muchas cosas dentro de otras. Es más, utilizo paréntesis y corchetes. Por ejemplo, en una novela, el paréntesis incluye lo que dice el personaje, mientras que el corchete introduce el comentario del autor. En la prosa actual hay una tendencia a sustituir el paréntesis por la raya larga, pero a mí no me gusta mucho. Peor es la sustitución de la raya larga por la raya corta. Muchas veces la frase entre comas equivale a una especie de paréntesis. Se debe alternar esos recursos para no fatigar al lector con la reiteración de los signos ortográficos.

Naturalmente, después del paréntesis caben otros signos ortográficos, como el punto o la coma. Cuestión debatida es si se escriben antes o después del paréntesis final. El Diccionario de dudas de Seco da una regla práctica para dilucidar cuándo van antes o después. Es un poco liante. En contra del parecer de los impresores, yo me inclino por poner siempre el punto después del paréntesis. Comprendo que es un capricho personal, pero todo sea a favor de la simplicidad (no confundir con la simpleza).

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