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Manuel Ayau

La OMC en Hong Kong

No hay explicación a que en una reunión tan costosa y elegante estén los delegados tramando cómo perpetuar la pobreza de sus propios compatriotas.

Parece que los negociadores en la Organización Mundial de Comercio (OMC) reunidos en Hong Kong piensan que bajar los impuestos de importación de sus países constituye una concesión a sus enemigos. Universalmente se ha perdido de vista que los aranceles son fijados en contra de los propios ciudadanos, no contra los extranjeros, y que tanto las importaciones como las exportaciones se llevan a cabo sólo cuando enriquecen al país. Así, los aranceles de importación causan más daño a los propios habitantes que a los extranjeros. Ciertamente algunos pocos productores locales salen beneficiados cuando se elimina la competencia del exterior, pero el efecto neto es negativo para el país entero pues mantiene una antieconómica inversión de escasos recursos. En fin, este error globalizado, como muchos otros en la historia, contribuyen a mantener en la pobreza a millones de personas en los países en desarrollo.

Comenta John Blundell del Institute of Economic Affairs de Londres: “Ciertamente las barreras arancelarias han bajado lentamente como resultado de los acuerdos multilaterales… Pero, mientras me complace aplaudir estos logros, todos parecen haber olvidado la más feliz y fácil alternativa a todo este jala y estira multinacional: la remoción unilateral de las barreras”.

“Los grandes momentos de la historia del libre comercio fueron aquellos cuando los aranceles se descartaron unilateralmente. Ocurrió en la antigüedad: Atenas fue un centro de libre comercio. En ciudades medievales: Venecia fue un puerto libre –no un museo–, y Amsterdam también. Después de eliminar las tarifas arancelarias en 1846, Gran Bretaña floreció”.

“El multilateralismo ya es tan dominante que olvidamos los grandes ejemplos contemporáneos de libre comercio unilateral como Hong Kong y Singapur, pequeños territorios que se han beneficiado inmensamente comerciando con todo el mundo... Todos están atrapados en el equivocado supuesto que ‘sólo podemos quitar nuestros aranceles si ustedes eliminan los suyos’”.

Si llegara a Hong Kong un extraterrestre a observar la reunión de los 148 ministros de economía, quedaría atónito ante los argumentos presentados. Le sorprendería que la premisa sea que eliminar los impuestos a importación es una concesión a extranjeros y no la eliminación de un empobrecedor obstáculo a los propios ciudadanos. El extraterrestre oiría argumentos como el siguiente: “Estamos dispuestos a permitir que nuestros ciudadanos se beneficien comprando donde las cosas son más baratas y mejores, pero solamente si ustedes también se lo permiten a sus ciudadanos. Pero si ustedes continúan perjudicando a su gente, nosotros también lo haremos con los nuestros”. No hay explicación a que en una reunión tan costosa y elegante estén los delegados tramando cómo perpetuar la pobreza de sus propios compatriotas.

El extraterrestre se preguntará: ¿Será posible que crean que el comercio se lleva a cabo entre sus países y no entre la gente de carne y hueso que vive en ellos? ¿Cómo es posible que crean que sus gobiernos deben interferir para equilibrar el comercio, si viven en un mundo donde el comercio es triangular y se lleva a cabo con dinero y no a base de trueque? ¿Acaso el barbero equilibra su comercio personal consumiendo café de su cliente cafetalero, o el sastre usando muebles de su cliente carpintero? ¿Cómo es posible que algunos digan que si todo es más barato en el exterior se convertirán en un país de importadores y no exportarán nada? ¿No entienden que no es posible importar si no se exporta y que la paridad equilibra los flujos comerciales? El extraterrestre, desconcertado ante lo que veía, seguramente se subió tan pronto pudo a su nave para marcharse lo antes posible de un lugar donde se piensa y se habla al revés.

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