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Los amigos de Rodríguez Zapatero

Allí donde un dirigente hace una condena de Bush o se manifiesta contra el imperialismo yanki, o promete diez o cien Vietnam, corre Zapatero de visita o envía a algunos de sus adláteres.

Mientras el presidente iraní, Ahmadinejad lanza soflamas y promete obliterar Israel y promover un mundo sin los Estados Unidos, el cabeza visible –que no necesariamente responsable– de la política exterior de nuestro país, Miguel Ángel Moratinos ultima los detalles de su próxima visita a Teherán. Desde las huestes de la propaganda socialista se argumenta que se trata de continuar la relación emprendida por el mismísimo Aznar. Lo que no dicen es que las condiciones para la misma y la realidad iraní han mutado profundamente en los últimos meses y que sólo por eso la visita oficial de la diplomacia española debería desaconsejarse.

Para empezar, el actual presidente de Irán es un radical convencido. Tanto que se le adscribe militancia en una secta fundamentalista que alberga el sueño de vivir el Apocalipsis en forma de día del juicio final y contemplar la venida del Mehdi, su especial Mesías, desde el reino de los cielos. No importa con que medios se acelere la llegada de este momento y vitrificar Israel con un ataque nuclear puede ser un buen instrumento para ello. Sus amenazas al respecto conviene tomárselas en serio y los responsables de la Unión Europea no han dudado en condenarlas fulminantemente. En la Moncloa no parecen importarles. En segundo lugar, el régimen de los ayatolás de Irán ha vuelto a dar esquinazo este miércoles a los negociadores europeos en Viena y siguen sin renunciar a desarrollar su programa nuclear con fines pacíficos y también militares. Cuando los europeos endurecen sus posturas y amenazan con llevar el tema al Consejo de Seguridad de la ONU no parece el mejor momento para abrir un redoblado cauce de diálogo con quienes se están colocando voluntariamente al margen de la ley.

Es verdad que Zapatero necesita de Teherán para poder seguir soñando con su iniciativa de Alianza de Civilizaciones, pero el eje Madrid-Teherán se enmarca en algo más amplio, el eje de antiamericanismo en el que Rodríguez Zapatero ha situado a España desde el comienzo de su mandato y del que no quiere movernos. Allí donde un dirigente hace una condena de Bush o se manifiesta contra el imperialismo yanki, o promete diez o cien Vietnam, corre Zapatero de visita o envía a algunos de sus adláteres. Moratinos a Irán; Bono a Venezuela y un tal Bernardino a entenderse con los indigenistas bolivianos. ¿Qué otro eje, si no, puede explicar o dar sentido a la actual acción exterior española? Rodríguez Zapatero ha demostrado tener pocos amigos y los que le quedan más vale que los perdiera cuanto antes.

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