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Álvaro Bardón

Ni hablar de desarrollo

Las concesiones privatizadoras son el camino correcto y no las inversiones públicas en ferrocarriles, puentes carísimos, innovación dirigida o regalos a grupos de intereses políticos y económicos.

El proyecto de la Concertación no es de desarrollo, más allá de sus intenciones. Esto es debido a que no creen que el progreso lo hagan las personas interactuando con libertad, por lo que la clave está en abrirles oportunidades en un marco de reglas o leyes simples y parejas. Todavía confían en el Estado protector, sabio y constructor, ese que sube los impuestos para programas sociales, culturales, obras públicas vistosas y fomentos, es decir, lo que Chile hizo durante casi un siglo sin alcanzar el desarrollo.

En los últimos 30 años, más o menos, nos acercamos al mundo desarrollado, pero mire cómo la tasa de crecimiento se vuelve mediocre. Llevamos dos años decentes por el alto precio del cobre y un manejo fiscal más bien sensato pero, ¿cómo seguiría el negocio en condiciones mundiales más normales? Parece que el futuro será para mal porque la política ya se insinúa que será de más Estado, en lugar de hacer reformas para que la gente emprenda, invierta, trabaje y aumente su productividad.

Por ningún motivo se ha abrirá más la economía y menos aún se privatizará; es decir, seguiremos con todo el mercado energético en manos estatales. Los enormes y ociosos recursos fiscales que podrían traspasarse a personas emprendedoras, seguirán congelados, lo mismo que el parque de taxis, de metros cuadrados de ciudades, de fiordos, islas, tierras, etcétera.

La delincuencia aumenta porque a los carabineros no los dejan trabajar, por los valores oficiales de irresponsabilidad que se trasmiten desde niños y porque no se abre la seguridad a fórmulas más descentralizadas, algo común en otros países. En la droga, se insiste en el prohibicionismo, que aumenta el crimen y lo corrompe todo, en vez de fórmulas de despenalización y de salud.

¿Cómo se van a desarrollar la educación y la salud, si se las reprime, se obstaculiza su crecimiento, se persigue a las universidades y se intenta una suerte de verdad oficial, sin la competencia que aumenta la calidad y la productividad? Y ni hablemos del estatuto docente, de ociosidad y desincentivo, uno de los aportes del presidente Ricardo Lagos.

Los costos de emprender y de emplear son altos y crecientes, y no se piensa en dejar libres a las pequeñas y medianas empresas por unos tres años, lo que traería un salto espectacular hacia el desarrollo. Y seguiremos aumentando el desempleo, ahora regulando el outsourcing. Los temas ambientales se mueven entre el prohibicionismo y trámites costosos y eternos, perjudicando así la inversión y el empleo, al igual que con políticas indígenas fracasadas.

Mientras las economías emergentes surgen con impuestos bajos, simples y parejos, los políticos chilenos creen que el Estado es Dios y que los impuestos son sagrados. Es una cultura ligada a la poca importancia que se da a la extensión de los derechos de propiedad, en especial a los más pobres.

Las concesiones privatizadoras son el camino correcto y no las inversiones públicas en ferrocarriles, puentes carísimos, innovación dirigida o regalos a grupos de intereses políticos y económicos. El enfoque más liberal de algunos concertacionistas jóvenes, lamentablemente, no da el ancho para superar a tanto viejo que se educó y se quedó en el socialismo picante latinoamericano de hace medio siglo.

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