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EDITORIAL

Ya no somos pacifistas

Álvaro de Bazán fue una pieza clave de la victoria en la batalla de Lepanto; Zapatero y Bono están convirtiendo la fragata que lleva su nombre en un buque vergonzante, que intenta pasar desapercibido.

Ningún lector se sorprenderá de saber que este periódico siempre estuvo de acuerdo con el apoyo que el gobierno español brindó a los aliados en la guerra contra Sadam Husein, una batalla importante dentro de la guerra de occidente contra el islamismo. Por eso, ahora podemos proclamar sin titubeos que resulta un motivo de orgullo que la fragata “Álvaro de Bazán” esté integrada en un grupo de combate estadounidense. Mal que le pese a De la Vega, las “instrucciones precisas” que pudiera tener para no entrar en combate combinan mal con la debida subordinación al mando del grupo, en manos del portaaviones norteamericano "Theodore Roosevelt".

La reacción del gobierno a la publicación del papel que nuestra fragata está teniendo en las costas de Irak hace temer que la influencia del ministro del Typpex se haya extendido por todo el gabinete. Sólo esta semana, por ejemplo, hemos sabido que el mágico líquido blanco se empleó extensamente sobre los informes del CNE. Siguiendo esta costumbre, ya habitual, de negar la realidad cuando ésta no se ajusta a la propaganda, parece que Defensa pretende convencer a los españoles de que proteger a los miembros de un grupo que entra en combate no implica participar en una acción de guerra. Como si dicha protección no fuera imprescindible para poder lanzar un ataque. No hace falta ser un avezado conocedor de las enseñanzas de Sun Tzu para que no convenza esta explicación; basta con un diccionario y un par de buenas películas bélicas. Esta cortina de humo tiene, por tanto, poco porvenir.

Álvaro de Bazán fue una pieza clave de la victoria en la batalla de Lepanto; Zapatero y Bono están convirtiendo la fragata que lleva su nombre en un buque vergonzante, que intenta pasar desapercibido. Quizá al ministro de Defensa le avergüence reconocer que la Armada no está para morir sino para matar, y que el pacifismo de salón que exhibe ante la prensa lo escondió ante Rumsfeld. Pero no debería hacer pagar a la Armada sus propias contradicciones. Los marineros de nuestro buque más avanzado no merecen que Zapatero les olvide cuando felicita la Navidad a “todos” nuestros militares destacados en misiones fuera de nuestro país.

Evo Morales ­–el único jefe de Estado del mundo sobre el que no está permitido bromear– acusaba hoy en el altavoz de Al Qaeda que “el único terrorista” es Bush, con una argumentación que parece copiada de un Zutabe, mientras alababa la decisión de Zapatero de retirar las tropas de Irak. ¿Sabría acaso el futuro presidente boliviano de las actividades de nuestra fragata cuando hizo esas declaraciones? Quizá por eso tanto secreto; nuestro presidente, tras abandonar la compañía de aliados como Estados Unidos, Reino Unido o Polonia, teme ser incapaz de retener a sus nuevos amigos si sigue haciendo lo que debe: apoyar la causa de occidente contra el islamismo.

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