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Victor D. Hanson

Irak y la tergiversación moral

Y debemos recordar al mundo que Estados Unidos no solamente no está sacando riqueza petrolífera de Irak sino que está sacrificando a sus propios hijos y gastando su propio dinero allí para crear un Oriente Medio más humano.

Lamentablemente, la guerra que empezó el 11 de Septiembre de 2001 ha convertido de nuevo al relativismo moral internacional y al antiamericanismo en asunto prioritario. Las paradojas feas abundan.

Los periodistas europeos y americanos que viven atormentados con lo del presunto Corán maltratado en la Bahía de Guantánamo, callan sobre el estado policial justo a las afueras de las puertas de Guantánamo.

La estupidez sexual de Abu Ghraib consigue mucha más preponderancia que los miles que fueron asesinados en ese mismo inmueble bajo la dictadura que Estados Unidos liquidó.

La ONU se presenta como alternativa moralmente superior a las coaliciones de quienes están dispuestos a actuar, aún después de revelarse el enorme escándalo del programa Petróleo por alimentos que enriqueció a Sadam y a altos funcionarios de la ONU a expensas de la vida de los iraquíes comunes y corrientes.

Francia y Alemania se presentan como alternativas al liderazgo americano para resolver los problemas de Oriente Medio, a pesar de ser los principales traficantes de Sadam hasta la mismísima víspera de la guerra y de haber enviado dinero a grupos terroristas como Hamás.

Estados Unidos, que ha dado la bienvenida a millones de inmigrantes árabes, que ha donado miles de millones en ayuda a Egipto, Palestina y Jordania, que ha rescatado a musulmanes en Kuwait, Kosovo, Bosnia, Somalia y Afganistán, ahora tiene que defenderse de la acusación de ser antimusulmán.

¿Cómo ha podidos producir la decisión de Estados Unidos para derrocar regímenes fascistas y detestables como el talibán o el baazismo iraquí una reacción moral tan retorcida?

Primero, para la gran mayoría de élites occidentales y los intelectuales tercermundistas que siguen su ejemplo, es un hecho que, sea lo que sea, si Estados Unidos está a favor, entonces ellos están en contra. Estados Unidos hace rabiar a esa misma gente que hace la vista gorda con los terroristas de Al Qaeda y los dictadores árabes. Podemos entrever esa patología en la acusación de Cindy Sheehan contra el Presidente Bush llamándolo “terrorista” o en la calumnia del senador Edward Kennedy cuando afirmó que “con vergüenza nos enteramos que las cámaras de tortura de Sadam han reabierto sus puertas bajo una nueva administración: la de Estados Unidos”.

Segundo, el problema se ha agudizado con el fracaso del gobierno al explicar la argumentación moral completa de nuestra política actual en Oriente Medio, hablando de forma abstracta sobre la instauración de la democracia y la eliminación de los horrores del pasado talibán y de Sadam. En realidad, Estados Unidos está comprometido en uno de los más grandiosos esfuerzos de reconstrucción internacional del último siglo. Desde la liberación en la posguerra de las mujeres japonesas y la ruptura de los monopolios latifundistas en Japón, no ha habido ninguna reforma humanitaria posguerra de este alcance cultural y social.

No deja de ser perverso que los norteamericanos –durante mucho tiempo tildados de cínicos oportunistas por apoyar a hombres fuertes que producían petróleo y mantenían a raya a los comunistas– sean ahora ridiculizados como tontos ingenuos que no saben apreciar las jerarquías del Islam tribal por haberse convertido en traficantes de idealismo.

Y luego está lo del petróleo. La entrada de China e India en el mercado global del petróleo ha fomentado el interés propio por encima de todo. Casi todo lo que Francia, Alemania, India o China hagan en asuntos internacionales en el futuro se fundamentará en mejorar su propio acceso a los suministros de petróleo. Es por eso que la Rusia de Putin, la Venezuela de Chávez, el Irán casi nuclear y la wahabita Arabia Saudí cada vez son más inmunes a la crítica mundial: tienen petróleo para vender. Y sin embargo se acusa a Estados Unidos de intercambiar sangre por petróleo.

¿Cómo puede Estados Unidos recuperar la autoridad moral como merece? Deberíamos empezar por dejar muy claro quiénes son los que están volando a pedazos a los inocentes en Irak. No son patriotas iraquíes, sino asesinos psicópatas. Su credo es el fascismo y odian todo lo que tenga que ver con la libertad y la tolerancia.  Y debemos recordar al mundo que Estados Unidos no solamente no está sacando riqueza petrolífera de Irak sino que está sacrificando a sus propios hijos y gastando su propio dinero allí para crear un Oriente Medio más humano. A los utópicos europeos y americanos habría que recordarles que la pasividad ante la barbarie es el verdadero fracaso moral.

Puede haber un desacuerdo legítimo acerca de si el esfuerzo americano en Irak funcionará y si nuestros sacrificios valen la pena. Pero ese argumento es el de la eficacia, no el de la moralidad. A los críticos que parlotean incesantemente sobre la hegemonía y el imperialismo americanos, simplemente deberíamos decirles: ¡Qué vergüenza! Debería darles vergüenza ayudar a los que vuelan escuelas y asesinan mujeres con dedos manchados de tinta morada en lugares donde por primera vez en la memoria moderna no tienen colgado el retrato de un tirano que les controla con malicia desde sus paredes.

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