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Manuel Ayau

Intereses contra derechos

Cuando el mundo ya cuenta con suficientes elementos para abolir la pobreza es inexcusable su existencia. Es un vergonzoso ejemplo del fracaso de los líderes intelectuales y formadores de las políticas que han prevalecido.

Con frecuencia se escucha decir que el interés general prevalece sobre el interés particular. Y, ciertamente, es un principio rector tratándose de intereses, aunque no está claro quien define el interés general. Por más que se cite ese precepto, mal nos sirve cuando se usa para legalizar cualquier arbitrariedad. Por eso, y para que no quede cojo el precepto, debe complementarse así: el interés general prevalece sobre el interés particular, pero no sobre los derechos individuales, porque es de interés general que prive el derecho individual.

Si el derecho individual puede ser abrogado por un supuesto interés general, los derechos dejarían de tener significado. Se estaría implicando, además, que los derechos individuales no son de interés general, planteamiento que creo nadie aceptaría, pues los derechos individuales se han declarado en todas las constituciones modernas precisamente para proteger a minorías, estableciendo límites a lo que las mayorías democráticas pueden hacer. Este tema es importante porque se ha generalizado la práctica de legislar considerando los intereses de las mayorías como norma absoluta, destruyendo así el Derecho mismo.

Es de esperar que cuando se legisla se considere la justicia de lo que se está disponiendo. Pero nadie, ni una mayoría, puede ser buen juez cuando se trata de sus propios intereses, porque inevitablemente estará influenciada por ellos y, en consecuencia, tenderá a caer, en beneficio de sus propios intereses, en la tentación de explotar a una minoría, despojándola de sus derechos.

Por ello, el precepto de igualdad ante la ley, llamado por los antiguos griegos “isonomía”, es lo que hizo aceptable la democracia, ya que supone que quien legisla también estará afectado por las mismas normas. Abandonado ese precepto, cualquier discriminación puede ocurrir pues el principal resguardo a los derechos individuales se habrá descartado.

La norma, isonomía, se viola universalmente. Se dice que en todas partes se hace, como si ello lo justificara. No se repara que ello equivale a decir que como en otras partes se violan los derechos, aquí también se vale. No creo que visto así tal criterio sería aceptable.

Las sociedades que no han respetado los derechos individuales y la igualdad ante la ley lo han pagado caro, con endémica pobreza. Si bien los países que hoy son ricos, poco a poco van abandonando el precepto isonómico, se hicieron ricos cuando éste predominó y así es que lograron su infraestructura y cultura productiva. No sabemos qué les espera en el futuro. El hecho es que la democracia no da fruto de cualquier manera que se practique: si no se basa en el respeto a los derechos individuales, nunca funcionará. Por ello, respetar los derechos individuales es de prioritario interés general.

Cuando el mundo ya cuenta con suficientes elementos para abolir la pobreza es inexcusable su existencia. Es un vergonzoso ejemplo del fracaso de los líderes intelectuales y formadores de las políticas que han prevalecido. Los países pobres llevan cincuenta años de recibir asistencia económica y consejos por parte de gobiernos amigos y de instituciones internacionales, pero lamentablemente estos han propagado la creencia de que los gobiernos son idóneos para resolver problemas particulares de la gente, y en ese intento, han contribuido a impedir la isonomía, el único régimen jurídico que hace exitosa la democracia. Los antiguos griegos y la república romana, así como en nuestros tiempos el ejemplo del mundo anglo-sajón, demostraron que solamente del respeto al precepto isonómico resulta el próspero y anhelado régimen económico.

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