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Carlos Semprún Maura

Sólo 435

menos accidentes de tráfico mortales y menos incendios de coches de los previstos: sólo 435. Sólo un centenar más que el año pasado, nada que ver con “los eventos que acaecieron en la rúa” hace dos meses

Con motivo de esta Nochevieja, las autoridades y los medios –que pocas veces se diferencian aquí– comunican partes de victoria exclusivamente automovilísticos: menos accidentes de tráfico mortales y menos incendios de coches de los previstos: sólo 435. Sólo un centenar más que el año pasado, nada que ver con “los eventos que acaecieron en la rúa” hace dos meses, todo estaría pues bajo control y el susto podría archivarse. Salvo que todo está bajo control de las mezquitas, lo cual sigue siendo el tabú absoluto, la censura de corte militar.

Las mezquitas fueron las que dieron la orden de lanzarse a la “intifada” en toda Francia, las que impusieron, entre otras cosas, que las chicas no participaran y no participaron, las que dieron asimismo la orden de “alto al fuego”, y fueron obedecidas de inmediato. Las mezquitas ahora están haciendo el balance contable de su victoria: cuántas subvenciones más, cuantas mezquitas nuevas, hasta donde va a reconocerse su poder e influencia “civilizada” en los suburbios, etcétera. Claro, aún no controlan a los incontrolados, a los gamberros violentos que no planifican sus acciones en un proyecto a largo alcance, y se someten al placer inmediato de la destrucción. Por lo tanto, si los incendios y destrozos fueron menos que los temidos y anunciados –y que limitaron el turismo–, nada ha terminado, al revés, estamos en los albores de la guerra de los suburbios.

Periodo de fiestas, periodo de ceremonias rituales, periodo de discursos oficiales y periodo de nieve. En este contexto no podía faltar la intervención ritual del Presidente, sin embargo, y pese a las críticas asimismo rituales de la oposición: sólo habría expresado buenos deseos y promesas hueras, Chirac ha innovado, y no me refiero a la aparición de sus gafas de intelectual de izquierdas, sino al contenido de su discurso, porque según dijo, él y sus gobiernos todo lo han hecho muy bien, y si todo va mal, la culpa la tienen los franceses, que se han dejado arrastrar por una morriña intolerada y una desidia pertinaz, exigiendo de ellos patriotismo económico, nacional, europeo y futbolístico para salir del bache. Pero los franceses no han podido escucharle, estaban de vacaciones.

A los diez años de la muerte de François Mitterand, un sondeo certifica que para la mayoría de los franceses fue el mejor Presidente de la V República, mejor incluso que el general de Gaulle. Los socialistas, ufanos, orgullosos y platicorneros, proclaman a voz en grito: “¡Hemos ganado! ¡Vamos a ganar, porque somos los mejores!” Y cuando algunos intentan razonarles, recordando que se trata de mera nostálgica (o imbecilidad), que pese a sus meritos, el bueno de Mitterand no pasa de ser un fiambre, los elefantes del PS responden, airados: ¿y qué?, ¿ustedes se creen que Segolène Royal, Jack Lang, o Laurent Fabius están vivos? Hay que reconocer que no les falta razón.

Después de la invasión de pantalones y camisetas chinos, tenemos que soportar la amenaza del gas ruso, de su corte, como cuando no hemos pagado la factura. La culpa la tiene Ucrania, no faltaba más. ¿A menos que sea Schröder? Como las golondrinas, volverán los discursos sobre la independencia energética de Francia. Francia no tiene petróleo, ni gas natural, antaño se decía que en cambio tenía ideas, era un farol, pero hoy ni eso. Los Verdes si que tienen la solución: suprimir la energía nuclear civil. ¡vivan las antorchas y el camenbert! Como decía aquel cura vasco en 1913: “soy optimista: habrá guerra”. Y la hubo.

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