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Gabriel Calzada

La gripe de la desinformación

Nosotros asistimos atónitos a un espectáculo de cinismo sanitario. Tenemos que estar bien informados pero sólo nos pueden informar quienes menos incentivos tienen a ser honestos

Turquía está en vilo. Tres hermanos, dos niños y una niña, han muerto recientemente tras contraer el virus de la gripe aviar. Todo el país está pendiente de la vida de otros dos hermanos de la familia Kocygit. La desgracia de esta familia se ha convertido en tragedia nacional y ésta, a su vez, se ha transformado en un desatado temor colectivo al comprobarse a lo largo del fin de semana que aparecían nuevos casos y se extendían territorialmente. El domingo se llegó a confirmar existencia de dos niños y un adulto afectados por la temida variante H5N1 del virus en la capital lo que significa que ha escapado de las cinco provincias turcas que se encontraban en cuarentena. Además, a los tres casos de Ankara podría sumársele una larga lista de afectados. Al menos 23 personas han ingresado en el Hospital Universitario de Van, la región dónde vive la familia Kocygit, y 3 de ellas se encuentran en estado grave.
 
Ante la desinformación general y el temor a una pandemia, se cuentan por centenares los ciudadanos que acuden a los hospitales aquejándose de los síntomas de la gripe aviar. En medio del pavor reinante el poder político, con el primer ministro turco, Recep Tayep Erdogan, a la cabeza, pide calma y que no cunda el pánico. Se habla, como de costumbre, de una alarma exagerada. Los políticos no suelen caracterizarse por su originalidad. En nuestro país la ministra de sanidad, Elena Salgado, también criticó a finales de octubre la alarma existente entre los españoles –a su juicio injustificada– que había producido la llegada a Europa de la gripe aviar. Aparte de criticar a los ciudadanos por comprar vacunas contra la gripe común y agotarlas en varias comunidades, la ministra criticó lo que denominó como "carrera competitiva" por el aprovisionamiento de antivirales para afrontar una eventual pandemia de gripe al tiempo que expresó su deseo de que no hubiese competición en este campo y de que todas las autonomías compraran la cantidad de antivirales que cubriera a la misma proporción de su población. Vamos, que lo importante no era la cantidad de medicinas sino que la escasez sea la misma en cada región de España.
 
Es curioso, el poder político, aquí, en Turquía y en la Conchinchina, acusa a la población de alarmarse en exceso y de no estar bien informados al tiempo que censuran una de las informaciones más valiosas que puede haber en este campo: la de las empresas que se dedican a investigar el virus y a buscar una solución. Es de locos pero la realidad es que la directiva europea 2002/83/EC prohíbe la información y la publicidad por parte de las farmacéuticas sobre sus productos, sus características y sus límites. Si la información más fiable está proscrita, ¿cómo esperan que estemos bien informados? Primero cercenan nuestro derecho a la información y luego nos acusan de no estar informados.
 
Y mientras tanto, la información que no nos está prohibida, la que producen nuestros políticos, es cada día más oscura y contradictoria. Mientras que, por poner un ejemplo, el ministerio de Salgado dice “tener preparados los dispositivos precisos para responder ante el muy improbable caso de que la enfermedad pudiera afectar a alguna persona”, la Organización Mundial de la Salud dice que “cabe prever que la mayoría de los gobiernos sólo empezarán a aplicar medidas de emergencia cuando la amenaza de pandemia sea incontrovertible e inmediata.” Se critica el acopio de antivirales pero la OMS destaca la importancia de aumentar la producción y el suministro de vacunas así como garantizar un acceso equitativo del mismo producto que, de acuerdo con nuestra ministra, no importa cuanto tengamos porque la OMS no ha dado una cifra concreta.
 
En fin, ellos se lo comen y ellos se lo guisan. Nosotros asistimos atónitos a un espectáculo de cinismo sanitario. Tenemos que estar bien informados pero sólo nos pueden informar quienes menos incentivos tienen a ser honestos. A quienes más saben y, además, se juegan tanto su prestigio como su patrimonio en caso de dar información falsa o inexacta se les prohíbe que nos informen. Alguien debería decirle a nuestros gobernantes que no son nuestros padres y que el timo de desinformarnos por nuestro propio bien no cuela.

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