Menú
Amando de Miguel

A título personal

José María Navia Osorio se siente muy orgulloso de pasar a la categoría de “corresponsal de plantilla” en este rincón de las palabras. Recuerda los nombres egregios de otros colaboradores con el mismo grado: Jaime Lerner, Illia Kuriakyn, Eduardo Fungairiño (sí, el famoso fiscal; el Perry Mason español), entre otros. El nombramiento se gana a pulso. No hay plazas limitadas ni oposiciones. En algún caso algunos de los corresponsales más contumaces han venido a verme, nos hemos ido a comer al Fogón de los Arrieros y hemos continuado en una sobremesa de cinco horas. Para que no parezca figurado, el caso es el de Víctor Pérez Velasco. El hombre me envió un comentario por la sufrida internet que ocupó ¡150 páginas! Ya está en plantilla. A lo que iba. Don José María me habla de un reciente viaje a Londres en donde ha observado que ahora hay muchos nocherniegos. En cambio, la afición noctámbula se va perdiendo en Madrid. No diría yo tanto, pero ahí queda la observación.
 
Don José María me cuenta una historia interesante de Londres. Más parece un relato de Chesterton. Se refiere a la iglesia de los jesuitas de Farm Street. Posee un jardincillo donde han puesto unos cuantos bancos. Cada uno de ellos lleva una plaquita con el nombre del donante y alguna dedicatoria. Por ejemplo, “En recuerdo de mi esposa que tanto amaba estos jardines”. En esa iglesia se bautizó el genial Alec Guiness. Durante la misa, después de la homilía, el párroco pasó un cuestionario a los feligreses para pedir al Gobierno que subvencionara a la iglesia con un porcentaje de las donaciones que recibiera. Verdaderamente se trata de una historia enternecedora. La conclusión de don José María, aplicada a España, merece recogerse: “Así nos luce el pelo, nos da vergüenza decir que somos católicos, de derechas (o de izquierdas…), patriotas, honrados, respetuosos con las leyes, educados, considerados con los demás, etc. Vamos dejando el espacio para los que no creen en nada”. Creo que Víctor Pérez Velasco y otros muchos corresponsales estarían de acuerdo con esa confesión. No siempre la lengua sirve para insultar o engañar.
 
Jaime Lerner (Tel Aviv, Israel) me echa flores a brazadas para compensar tanta insolencia como recibo. Que el buen Dios (o Elías) proteja a don Jaime, corresponsal en propiedad. Dice ahora: “Quienes vivimos y trabajamos buena parte de nuestras vidas usando otras lenguas, cuando en las horas libres tornamos a usar la lengua materna, al leer en La lengua viva sus conceptos de usted y los de los libertarios, es como si regresáramos al hogar materno, en el tiempo pero también en el espacio”. Solo por una frase así, sesquipedálica por afectiva, queda uno recompensado.
 
Luis Freixes, directivo de una agencia de Traducciones, me escribe para ver si me hago cargo de un trabajo de traducción al bable. “Nos gustaría conocer tu disponibilidad y tarifas para realizar el trabajo”. El asunto más parece una broma, pero me envía toda suerte de datos y formularios para que me incorpore a su equipo de traductores. Sigo sin saber lo que pregunté una vez: cómo se dice eutrapelia en bable.
 
Wenceslao Eduardo García Criado (Leganés, Madrid) deja caer una extraña queja: “¿Por qué no aparecen sus ideas en más sitios y más a menudo? Porque lo que usted piensa y escribe muchos deseamos leerlo”. Gracias por el interés. Publico todo lo que me piden o me dejan. El año 2005 he publicado media docena de libros, este artículo diario, uno mensual en La Razón y alguna otra cosa ocasional. Aun así tengo muchas páginas inéditas. Me sabe mal que solo se vayan a lucrar de ellas mis herederos. Pero no es fácil encontrar editores, aunque parezca increíble. Me satisface mucho coincidir en lo que publico con las ideas de otras muchas personas. Señala con guasa don Wenceslao que me leía con gusto cuando él era pequeño. “¿En la Codorniz?”. No, sería en el periódico Madrid o en Cuadernos para el Diálogo.
 
Dije yo aquí “si no se consiguen hacer varias ediciones”. Carlos Andrés Zelaya (Tegucigalpa, Honduras) ha visto en seguida el error. Se debe decir “si no se consigue hacer varias ediciones” o “si no conseguimos hacer varias ediciones”. Muy bien visto. Siempre estoy aprendiendo de los finos libertarios. Los hondureños son extrafinos.
 
Evaristo (Oviedo) me recuerda mi error de llamar “portazgo” a lo que realmente era “pontazgo” (= peaje por pasar un puente). El “portazgo” era el tributo que se cobraba al entrar por una puerta de la ciudad. Gracias por la corrección libertaria.
 
Aquí, entre nosotros. Si yo no cometiera errores, los libertarios no se divertirían tanto. Esta seccioncilla es como jugar a las cuatro esquinas.

En Sociedad

    0
    comentarios