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Víctor Llano

Presos por la misma barbarie

En Cuba, o eres afecto o eres disidente. Te pueden caer varios años de cárcel por matar una vaca, por alquilar una habitación a un extranjero o por vender cigarrillos.

La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional confirma en su último informe que son 333 los disidentes encarcelados por la tiranía castrista, 39 más que en enero de 2004. Es lo que tienen que agradecer las víctimas de Castro a los burgueses que desde Europa –asumiendo la iniciativa del Gobierno español– ofrecen esperanza y diálogo a los herederos de la barbarie.

En cualquier caso, para condenar la crueldad comunista no necesitamos detenernos en el número de presos políticos. Aunque no torturara a un solo disidente, el régimen de Castro seguiría siendo igual de aborrecible. Además, es injusto denunciar sólo las condiciones que sufren los presos políticos. Tal vez en una dictadura se pueda hablar de disidentes encarcelados. No en Cuba. Los cubanos no son víctimas de una dictadura, lo son de una tiranía. En la Isla-cárcel no hay únicamente 333 disidentes encarcelados. El dato no refleja la realidad. Es falso e indiferente ante el sufrimiento ajeno. Son cien mil los cubanos no afectos a la gran patraña que se pudren en las más de doscientas cárceles que han construido sus carceleros.

Todas las dictaduras por el hecho de serlo son condenables. Sin embargo, en muchas de ellas sus víctimas consiguen sobrevivir al margen de los designios del dictador. En la tiranías, no. Menos en la cubana, donde la omnipresencia del tirano acompaña desde su nacimiento a su muerte a todas y cada uno de sus víctimas. En Cuba, o eres afecto o eres disidente. Te pueden caer varios años de cárcel por matar una vaca, por alquilar una habitación a un extranjero o por vender cigarrillos. La injusticia robolucionaria no se detiene en la denuncia política por pacífica que ésta sea, alcanza a cualquier otra circunstancia. Y todas las circunstancias pueden acabar siendo fatales si no simulas estar en sintonía con los verdugos.

Los que las hemos sufrido, lo sabemos. En las tiranías todo es política. Nada permanece al margen. Menos aún en Cuba, en donde cualquier vecino chivato puede, por un motivo personal, acusarte de servir a una potencia enemiga. No nos cansaremos de repetirlo. No sólo 333. Son cien mil los presos cubanos. La inmensa mayoría de ellos, muy negros y muy pobres. Los que se tienen por disidentes más o menos comprometidos no deben olvidarse de los que Castro califica de delincuentes. Es por su política por lo que se pudren en prisión. Por robar medicinas o alimentos para sus hijos enfermos, por soñar con una lancha ligera y segura, por negarse a participar en un acto de repudio o porque se enamoró de ellos la mujer de un policía. Es lo que tienen las tiranías. La omnipresencia del Gran Hermano.

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