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Fernando Serra

Feliz prejubilación

Algo debe fallar estrepitosamente en eso que algunos llaman Estado del bienestar cuando habrá que seguir trabajando a edades avanzadas para que subsista.

Cuando el mal llamado Estado benefactor está de por medio la confusión de ideas es pavorosa y el aturdimiento alcanza casi por igual a la izquierda que a la derecha. Es cierto que al insustituible ZP le gusta la renta básica para todos los ciudadanos, trabajen o no, pero algún gobierno autonómico del PP pretende eliminar las listas de espera en la sanidad pública abriendo más y más hospitales, con lo que sólo conseguirá agravar el problema al aumentar exponencialmente la demanda. La derecha es tan ingenua que pretende también mejorar la educación pública y sale incluso a la calle en su defensa sin darse cuenta de que otorgar al Estado la potestad de controlar y manipular las mentes es el poder preferido de los totalitarios. Que se lo pregunten si no al nacionalismo catalán y vasco. Además, el deterioro de la enseñanza es un proceso irremediable mientras este servicio sea un monopolio público.

La derecha está cayendo en un nuevo desconcierto ante una reforma que se va imponiendo en toda Europa impulsada preferentemente por la izquierda. Se trata de obligarnos a trabajar más años ya que de lo contrario no nos devolverán como pensiones de jubilación lo que nos han estado confiscando durante toda nuestra vida laboral en forma de cotizaciones. En España discuten actualmente cómo hacerlo el Gobierno y esos que se llaman agentes sociales como un punto más de la futura reforma laboral. También la Comisión Europea prepara una directiva para retrasar las jubilaciones que verá la luz a lo largo de este año. Unos y otros tienen las mismas y aviesas intenciones, esto es, reducir más la pensión por cada año de anticipo en el retiro respecto a los 65 años y elevar la prestación si se retrasa la jubilación sobre esta edad lo que, en cualquier caso, supone recibir menos ya que abandonar el trabajo más tarde significa contribuir al sistema durante más tiempo.

Lo sorprendente de esta reforma es que la única razón para realizarla es evitar la quiebra de un sistema basado en el reparto, no en la capitalización. De no llevarse a cabo el tinglado revelaría su verdadera naturaleza, la misma que tiene la estafa de la venta piramidal, porque dejaría de haber suficientes personas que coticen para tantos beneficiarios. Aunque de momento la marcha hacia la quiebra se ha frenado algo gracias a la inmigración y en la actualidad existe un saneado fondo de reserva de la Seguridad Social, las previsiones a largo plazo son alarmantes. Ahora el 18% de la población española tiene más de 65 años pero la proporción será el doble en 2050. Si a esto se añade el constante aumento de la esperanza de vida y que la edad media de jubilación de los trabajadores españoles se sitúa en los 62 años, con tendencia a bajar –los norteamericanos lo hacen a los 57 años–, el número de pensionistas se puede igualar al de trabajadores en 35 años. La pirámide se desmoronaría entonces.

Resulta también inaudito que los dos únicos protagonistas realmente implicados en esta cuestión, empresas y trabajadores, tengan intereses contrarios a lo que la reforma supone. Se habla de que las prejubilaciones son perjudiciales para ciertas empresas ya que reduce el capital humano que aportan los trabajadores con más experiencia y que pueden provocar problemas personales a algunos, pero un estudio realizado por la escuela de negocios Esade contradice estas creencias y pone de manifiesto las nefastas consecuencias que tendría intervenir políticamente contra la libre negociación sobre esta materia. El informe asegura que frenar las prejubilaciones reduciría los beneficios y las ventas empresariales entre un 10 y un 15%, y perjudicaría más a los trabajadores menos cualificados que a los directivos.

Y no menos grave es que esta reforma suponga quebrar un proceso natural gracias al cual el hombre ha conseguido, a lo largo de su historia y especialmente desde que el mercado libre y el capitalismo se han ido consolidado, reducir drásticamente el tiempo de trabajo y su vida laboral, mejorando espectacularmente y al mismo tiempo sus condiciones materiales. La jornada de trabajo se ha reducido a la mitad durante al pasado siglo, la entrada en el mercado de trabajo es ahora mucho más tardía y mas temprana ha ido siendo la salida. Algo debe fallar estrepitosamente en eso que algunos llaman Estado del bienestar cuando habrá que seguir trabajando a edades avanzadas para que subsista. Que lo cambien al menos de nombre.

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