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Francisco Framil

Un Volki en La Habana

Tenía la intención de adquirir un auto japonés nuevo en los Estados Unidos y trasladarlo a la isla, pero el rígido sistema de castas local se lo prohibió.

Conocí a Nelson Valdés en su casa en La Habana, donde vive parte del tiempo con su esposa cubana. El resto del año residen en Nuevo México, donde Nelson es profesor y consultor en el área de informática. Su esposa cubana tiene un hijo al que impiden abandonar Cuba, por lo que ambos están atados a la "patria" por este factor.

Compartí con Nelson y su esposa, y disfruté de su hospitalidad en su agradable y espacioso apartamento en la 5ta Avenida de Miramar. Recuerdo un momento de suspenso en la visita cuando, de pronto, Nelson observa que se ha detenido el tráfico de vehículos en la amplia avenida dividida por un ancho paseo poblado de árboles y algunas jineteras. "Por ahí va a pasar Fidel", comenta Nelson, explicando que siempre que se paraliza el tráfico de esa forma brusca, es preámbulo al paso del "presidente".

Efectivamente, a los pocos segundos pasaron tres Mercedes Benz negros, como en el juego de "adivina donde está la moneda"; imagino que los curiosos y los espías podrían estar adivinando en cual Mercedes anda el "comandante".

Mientras tanto, Nelson se queja de que se vio forzado a comprar un viejo Volkswagen corroído y destartalado, que se le rompe por todos lados. Tenía la intención de adquirir un auto japonés nuevo en los Estados Unidos y trasladarlo a la isla, pero el rígido sistema de castas local se lo prohibió. En Cuba se sabe tu estatus social y político según el año, modelo y matrícula de tu auto. No es lo que puedas comprar, sino lo que te toca, o lo que te dejan adquirir. El auto es representativo de tu rango político-social y no permiten que, porque alguien tenga el dinero, pueda venir a trastocar el "sistema".

Si Nelson hubiera sido "extranjero", le hubieran permitido comprar su auto japonés, pero como "cubano en el exterior" no tiene ese "privilegio". Ayudé a Nelson en un par de ocasiones a empujar su símbolo de estatus para intentar encender el motor. Lo acompañé a comprar un carburador, que estaba excesivamente caro en una tienda en dólares, pero finalmente lo adquirió en el mercado negro, a un "vendedor" que se le acercó ofreciendo precisamente lo que necesitaba, a precio de descuento, como se pagan las cosas robadas.

Aun con su Volki destartalado, Nelson sigue siendo un privilegiado, pues la inmensa mayoría, las castas más bajas de cubanos de "a pesos", anda a pie, en bicicleta o en los infames "camellos", como trenes hacia los hornos. Nelson al menos no tiene que tomar el autobús "del Sahara" y así evita asarse en un caldo de aromas revolucionarios.

Me lo imagino empujando orgullosamente su Volki corroído, mientras el camello le pasa por el lado, hasta que, de nuevo, el tránsito se detiene para que pasen los tres Mercedes del comandante. Luego pasan varios autos Lada de funcionarios gubernamentales y otros autos importados de diplomáticos y empresarios extranjeros.

Entonces, Nelson se acuerda de un Nissan del 98 que vio en un concesionario de Florida.

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