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Agapito Maestre

Movilización contra el Estado de Derecho

Cuando en una sociedad puede pasar cualquier cosa, y mañana nadie puede prever cuál es la medida que nos tiene guardada Zapatero, está al borde del abismo.

Hace tiempo que lo dijimos y, por desgracia, está cumpliéndose. Zapatero no ejerce el poder con mano de hierro, sino que quiere eliminar cualquier otro poder que no sea el de un Ejecutivo, que sólo tiene por objetivo perpetuarse en el cargo a costa del propio Estado de Derecho. El método para alcanzar ese objetivo no es otro que el de la movilización permanente de toda la sociedad. Mantener sobresaltada la sociedad es su horrible arma. La vieja táctica totalitaria, practicada por todos los fascistas y comunistas que en el mundo han sido, aún no es dominada con precisión Zapatero, pero no cesará en su empeño. Lo sucedido con Fungairiño es de libro.

Zapatero persistirá en eliminar todo tipo de institución, o de persona jurídica, que en la estructura del Estado quiera ser autónoma e independiente del poder del Gobierno. Es así de sencillo, pero los ciudadanos, no menos que los hombres de leyes, se engañan pensando que este hombre respetará la independencia de criterio del científico o del jurista. Para Zapatero, el hombre de leyes, o de ciencia que no se identifique con el poder del Gobierno hay que eliminarlo. Ahora, a propósito de la expulsión de Fungairiño de su cargo, mucha gente, incluida toda la prensa, está alarmada porque Conde-Pumpido, Fiscal General del Estado, ha forzado la renuncia del jefe de la Fiscalía de la Audiencia Nacional. Es inconcebible, dicen los demócratas, eliminar a un alto funcionario del Estado por cumplir con su deber. Sin embargo, si miramos la cosa con frialdad, la decisión contra Fungairiño se veía venir. No entiendo, pues, el revuelo causado por este ataque a un fiscal serio e independiente, si no es circunstanciándolo en esa "política" de Zapatero de acoso al Estado de Derecho y, sobre todo, de derribo de la idea de mantener la separación de poderes como garantía del Estado democrático.

El caso Fungairiño hemos, pues, de enmarcarlo en la "política" de agitación y golpe permanente contra una sociedad, la española, que no puede tener un momento de sosiego y racionalidad. Lo importante es que nadie sepa a qué atenerse. Vivir en el reino de la pura arbitrariedad. El PSOE de Zapatero huye del pacto tanto como del sentido común. Deja fuera a la oposición de algo vital para todos los españoles, pero se enfrenta a sus propios partidarios, sin querer saber qué representan de verdad Carod o Maragall, con el ánimo de llevar a cabo un juego de ingeniería política totalitaria para ganar las próximas elecciones.

Las encuestas, sin embargo, auguran lo peor a Zapatero, pero él, en vez de corregirse democráticamente, persiste con tozudez en su política aventurera. Sólo le interesa la movilización permanente, el hiperactivismo y la decisión irracional. Cualquier cosa es buena excepto que la ciudadanía sepa a qué atenerse. Cuando en una sociedad puede pasar cualquier cosa, y mañana nadie puede prever cuál es la medida que nos tiene guardada Zapatero, está al borde del abismo. De este abismo, por suerte para nosotros, tampoco se salva el PSOE de Zapatero. En efecto, porque vivimos agazapados, casi como animales, ante el próximo zarpazo de Zapatero, quizá cualquier día le estalle delante de su cara un movimiento ciudadano, surgido de lo mejor de la sociedad civil, que exija ya "elecciones anticipadas". Sí: "elecciones anticipadas" ya o desaparición del poco estado democrático que nos queda. Sí, sin duda alguna, estamos asistiendo a un proceso acelerado de encanallamiento social, que quizá le explote a Zapatero delante de su cara. Es nuestra última esperanza para superar la incertidumbre ciudadana, o sea, lo que nadie sabe a ciencia cierta qué ha pactado con los nacionalistas, o qué está ofreciendo a los asesinos de ETA para que hagan una declaración de fin de su actividad asesina.

En cualquier caso, la secuencia que conduce a Fungairiño a renunciar a su cargo es terrorífica. Significa una puñalada al Estado de Derecho y la independencia futura de juicio de un fiscal. La explicación dada por Conde-Pumpido contra la autonomía de criterios de los fiscales no puede ser más perversa: necesito en ese cargo gente que sintonice conmigo perfectamente, que no haya posibilidad de disfunción alguna. O sea, quien no siga mi dogma, que me ha sido dictado por el Gobierno que me ha puesto en el cargo, despídase de la jefatura de la Fiscalía de la Audiencia Nacional.

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