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Amando de Miguel

Personal e intransferible

Algunas personas que no han leído el artículo y se han basado en la retorcida referencia de El País y otros medios afines me han tachado de facha, xenófobo, machista y misógino.

Josep María Beroy me pregunta: “¿Es cierto que ha publicado usted un artículo en la revista de la FAES en el que expone la tesis de que el aumento de la inmigración y de las parejas de hecho dispararán el maltrato a mujeres?”. El artículo aparece publicado en Cuadernos de Pensamiento Político (FAES), num. 9, 175-196. Analizo las concomitancias de la violencia doméstica contra las mujeres. En efecto, las más relevantes son la inmigración extranjera y las parejas de hecho, pero sobre todo cuando se acompañan de diversas circunstancias de marginación. Algunas personas que no han leído el artículo y se han basado en la retorcida referencia de El País y otros medios afines me han tachado de facha, xenófobo, machista y misógino. La consecuencia para mí ha sido una cadena de represalias en mi labor profesional que algún día relataré. Lo mejor será que los libertarios lean ese artículo y luego opinen, si es que les interesa ese problema. Si quieren una lectura menos técnica, pueden hacerse con mi próxima novela Hacían un pareja estupenda… (Ediciones El Cobre), donde trato la cuestión de la violencia doméstica de forma descarnada. Va a ser difícil que prospere la etiqueta de “misógino” (desprecio a la mujer) cuando las últimas novelas que he escrito se redactan como un homenaje a las protagonistas femeninas.

José Luis Fernández Escudero escribe: “Deseo mostrarle mi apoyo incondicional a sus manifestaciones [sobre la violencia doméstica], que, lejos de parecerme racistas, xenófobas y machistas, me parecen realistas y ecuánimes”. Muchas gracias, hombre. Dejo un café pagado en el bar de la esquina.

Rafael Gabeiras (votante del PP) me anima a que cuente “los disgustos que sus críticas le han producido. Ayudará al PP”. Daría para un libro entero la serie de disgustos que me están proporcionando algunas de las críticas que he vertido últimamente en libros, conferencias, artículos, clases y otras manifestaciones. El disgusto mayor es cuando no me dejan expresar libremente lo que pienso. De momento, los libertarios pueden quedarse con las expresiones más libres: mis opiniones en la COPE, el artículo “Sobre la violencia de género” (Cuadernos de pensamiento político, 9) y estas paginillas de LD. Añado el libro Entre los dos siglos (Gota a gota). Por lo demás, se debe advertir que el PP admite una buena ración de autocrítica, a diferencia de lo que ocurre en otros partidos. Por eso mismo, a pesar de sus errores y languideces, el PP sigue mereciendo mi voto.

Juan Pereira advierte que algunas veces, en estos escritos míos me refiero a mis ignorancias. Ese rasgo le recuerda una anécdota: “Un primer ministro francés preguntaba a otro ministro o consejero una cosa y el último le decía desconocerla. El primer ministro le indicó que el Rey le daba buenos dineros y por tanto no entendía que pudiera dar esa respuesta. El preguntado le contestó diciendo que el Rey le pagaba por lo que sabía y no por lo que ignoraba, pues, si así fuese, no habría riquezas en el reino para pagarle. Es mucho más lo que se ignora que lo que se sabe, como usted dice muchas veces”. La historia me parece muy pertinente.

Javier Lizarraga se congratula de mi manifestación respecto a que “la duda metódica es mi guía, incluyendo el recelo de mí mismo”. Don Javier es de la misma opinión y me cuenta lo que se decía del cardenal Segura: “era tan bruto, tan bruto, que nunca había tenido dudas sobre la existencia de Dios”. Me da don Javier un saludable consejo que voy a poner en práctica: “Hay que buscar la verdad de verdad, aun a riesgo de que no sea lo que yo creía”. Observa don Javier que “entre sus corresponsales hay abundantes que no tienen dudas; no escriben para dialogar sino para pontificar”.

Daniel Ramos Sánchez (Asturias) dice que le resulta “halagador” que lo llamen “don Daniel, pero al mismo tiempo se me hace extraño. Le sorprendería saber que soy mucho más joven de lo que cree”. ¿Y cómo sabe usted, don Daniel, lo que yo creo? Aquí se trata de don o de doña a todo el mundo, porque todos somos señores o señoras. Es parte de la jerga libertaria, un truco retórico para fomentar esta pequeña comunidad virtual que es “La lengua viva”. El tratamiento de don o de doña no implica siempre lejanía o distancia social. A mí casi todas las personas que me saludan en los lugares públicos me llaman “don Amando”, un poco para seguir el uso de la COPE. Pero ese “don Amando” me suena muy afectivo.

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