Menú

(Adivine el lector a qué poderoso personaje de la máxima confianza zapateril se refiere este soneto)

No candoroso, no, sino ladino;
no crédulo –ni pizca–, sino astuto;
ingenuo e infeliz, en absoluto,
e inocente, nanay, sino dañino.

No claro, sino turbio y sibilino;
suave, tampoco: rígido e hirsuto;
grande de ánimo, nunca: diminuto;
y liberal, qué va, mas bien mezquino.

No honrado, sino pícaro y tramposo;
no sincero: falaz y mentiroso;
no incauto, mas con hábil ojo clínico.

No dúctil, sino tieso como un palo;
no bueno, sino malo, malo, malo…
Y cándido… jamás, porque es un cínico.

0
comentarios