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José T. Raga

Obras son amores...

No puede dejar en peor lugar a los gobernantes que, comprometidos hasta la saciedad en la operación, han afirmado una y otra vez que nada tenían que ver en ella, por lo que siendo evidente lo contrario, su imagen ha quedado definitivamente dañada.

¿Por qué será que el saber popular nos aventaja en sagacidad y en universalidad? Y miren ustedes que yo nunca me tomé en serio esas, llamadas, verdades del refranero... Pero cada año que pasa, y en el pasar de los años ya voy adquiriendo una dilatada experiencia, me voy convenciendo que aquellas aseveraciones se anticipan y ganan en rigor a los hechos que acaban por darles la razón.

Así que la Comisión Nacional del Mercado de Valores iba a aprobar en breve el folleto de la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Bien, ya que han hecho el trabajo, a lo mejor conviene que salga a la luz, al menos para comprobar el sinnúmero de despropósitos que se unirán a una historia triste de intervencionismo y dirigismo político sobre la economía empresarial. Lo cual, de un lado, deja mal a los empresarios que necesitan refugiarse en el regazo de los gobernantes para sentirse asistidos en lo que sólo el mercado debe decidir. Pero, por otro, no puede dejar en peor lugar a los gobernantes que, comprometidos hasta la saciedad en la operación, han afirmado una y otra vez que nada tenían que ver en ella, por lo que siendo evidente lo contrario, su imagen ha quedado definitivamente dañada, y su prestigio, si es que pretendían alguno, completamente pisoteado por una comunidad que se ha sentido engañada.

Se dirá que no es justo que se hable así de las instituciones, pero son, precisamente las instituciones las que fuerzan a que la consideración que se les tenga, no supere este juicio que estamos dando. El prestigio y el honor hay que ganarlo día a día. El prestigio, yo al menos no sé muy bien que es, porque he oído hablar de prestigio hasta de los delincuentes, en la medida en que su habilidad para el delito les confiera este título. Veamos si no, los prestigiosos profesionales, empresarios, políticos, etc. en los que, sólo hacer bien lo que para una sociedad honesta se considera detestable, es el atributo que les otorga tal reconocimiento. El honor, sin embargo, estaba ya definido en los Santos Padres como la reverencia que procedía de alguien por alguna excelencia. Salvo que se puedan poner al descubierto alguna de esas excelencias, preferiría que no se alegase la protección del honor, cuando éste es inexistente.

Sin necesidad alguna, y sin otro fundamento que la terquedad en el caso más indulgente, o el interés corrupto en el menos, la ya tristemente famosa OPA ha ofrecido un variado plato de incongruencias y desatinos en el que se han visto aderezados los que pretenden aparecer como próceres de una sociedad, en la que, por desgracia para ellos, aún no se ha conseguido el encefalograma plano.

¿Qué pasará con el caballero blanco? Mira que considerar a los serios caballeros germánicos como inocentes caballeros blancos... Personalmente, no sé a dónde puede llevarnos la blancura. Si me apuran, ni siquiera me quita un minuto de sueño. Sin embargo, lo que parece es que, contrariamente a lo que a mí me ocurre, hay otros que deben de estar haciendo pedidos masivos de somníferos y tranquilizantes y hasta de maquillaje para disimular las ojeras. Y es que, cuando hablamos de economía y de economía empresarial, nos estamos moviendo en dimensiones cuantitativas y no en discursos que nada dicen y a nada conducen. Si uno quiere comprar, lo lógico y natural es que pague el precio que desea el vendedor, y buscar artilugios reglamentistas de distracción del asunto del negocio, aunque estos sean con el beneplácito e incluso con la sugerencia del gobierno sólo conduce a un escenario que por lo irreal se convierte en necio.

Obras son amores, señores, y no buenas razones. Aunque las razones provengan de destacados miembros del gobierno. ¿Se atreverá ahora el gobierno a impedir la contra-OPA que se formula por el caballero blanco? Su lenguaje, al menos, se entiende mejor que el que hablábamos hasta ahora; quizá por ser alemán, tan preciso.

De una forma u otra, tampoco me quita el sueño, hoy, me preguntaba en qué posición quedan los presidentes de empresas, algunos ministros y, cómo no, el propio Gobierno que empeñó su decisión en Consejo de Ministros. Parecería normal que comenzara ahora una cascada de dimisiones, más que nada, como respuesta y atenuación al ridículo efectuado pero, siendo realista, tampoco estaré pendiente de ello porque quizá acabe antes mi posibilidad de constatar el hecho que la realidad del hecho se produzca.

Lo que sí he intentado es saber qué me recordaba toda esta historia. He concluido en que a lo que más se parece es al fracaso que en la época moderna tienen las casamenteras. Esas que tratan de unir lo imposible, a base de repetir que no sólo es factible, sino que es natural. Y es que la casamentera, de suyo, es ya una corrupción de la celestina. Ésta se maneja entre atributos personales; la otra, sólo en la conveniencia. Pero así son las cosas.

En Libre Mercado

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