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Cristina Losada

Paradojas de un tiempo sin muertos

Y se puede hablar con los asesinos siempre que las aguas que mueven vayan al molino que interesa, que es como decir que siempre que socaven los cimientos y hundan la nación.

Podíamos pensar que el delegado Constantino dispone de los atributos del dios Varuna, cuyos espías bajaban del cielo, y contaban incluso el número de veces que parpadeaban los hombres. Pero un par de helicópteros no dan para tanto y lo único que ha demostrado Constantino es un talento para la resta, con el que ha venido a compensar el fracaso de Peces-Barba en la división. Desbordados por la tozudez de unas gentes que se resisten a enterrar la cabeza en el sofá mientras se le da cancha a ETA y se subasta la soberanía nacional, ha recaído en Rubalcaba, que es de ciencias, el planteamiento del problema.

Y reza así: si llevamos tres años sin una víctima mortal y ha habido tres manifestaciones contra la política del gobierno, ¿qué obtenemos? La solución, por él mismo: tenemos una manifestación por año sin muertos. Una respuesta sencilla para que los párvulos puedan seguir el hilo y llegar a la cometa: los que salen a la calle con carteles de "ETA no", están a disgusto en este tiempo sin muertos. A tal tergiversación, Rubalcaba la ha llamado paradoja. Sin embargo, la auténtica paradoja es que un gobierno levante la presión política sobre una banda terrorista y sus cómplices cuando llevan tres años sin poder utilizar su principal herramienta para el chantaje.

¿No puede o no quiere? El dilema es superfluo para quien se oponga a darles un respiro. Pero el gobierno y sus chamanes hablan de "tregua tácita", sugiriendo que son los criminales los que han regalado estos mil días sin asesinatos, y los que tienen, pues, la sartén por el mango. De ese modo, los párvulos pueden llegar a la conclusión de que la ETA perdonavidas es un interlocutor presentable, y que si ahora que está de buenas, se le echan un par de cesiones para que pique, la fiera se contentará y nos dejará ser felices y comer perdices, que es como acaban los cuentos de hadas donde los monstruos atemorizan a un pueblo al que exigen tributo en doncellas. Así, con su insistencia en los tres años, el gobierno ha asumido el papelón si no de portavoz, de portatreguas de ETA, que no es poca paradoja para un gobierno. Ya sólo le falta poner un marcador en la Puerta del Sol, que vaya contando los días y las horas sin muertos, para que acuda allí el pueblo en celebración y agradecimiento.

Carrillo, que sabe mucho de muertos, sostiene que no se puede seguir luchando contra el terrorismo hasta terminar con todos los que lo practican, porque sería el cuento de nunca acabar. Y ahí está el GRAPO, desafiando esa doctrina y abriendo otra paradoja. No ha desaparecido y recién ha cometido un asesinato en Zaragoza, pero esta banda terrorista no suscita las ansias de diálogo de nadie. Está tan derrotada como supuestamente lo está ETA, al decir del gobierno, pero ni siquiera Zetapé quiere abrir con ella un proceso. Ni Durán Lleida, que cree "imprescindible hablar con los asesinos". En todo hay clases. Y se puede hablar con los asesinos siempre que las aguas que mueven vayan al molino que interesa, que es como decir que siempre que socaven los cimientos y hundan la nación. Pues aquí no se trata de conseguir la paz, sino de que ésta cubra con su blanco satén la empresa de demoliciones. Se trata de que ETA abra, al fin, la puerta ante la cual los nacionalistas esperan impacientes desde hace décadas.

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