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EDITORIAL

El futuro del PP desde la posesión de su pasado

Con esta obra, tanto Aznar, como parece que Rajoy, toman conciencia de algo que, desde la izquierda, se le ha otorgado siempre, y acertadamente, la máxima importancia: la posesión del pasado

FAES se ha apuntado un buen tanto al publicar "Los indicadores del cambio. España 1996-2004", obra que repasa los logros de las legislaturas del partido popular y a cuya presentación han acudido, tanto José María Aznar, como Mariano Rajoy.

Aunque no faltarán quienes deseen introducir divergencias entre quienes, como Aznar y Rajoy, representan el pasado y el futuro del PP, ambos políticos han querido dejar claro, tanto con su presencia como con sus palabras, que el objetivo de esta obra, no es, ni hacer un ejercicio de "melancolía o de nostalgia", ni "quedarse en tiempos de gloria para dormirse en los laureles". Por el contrario, tanto Aznar como Rajoy se han referido a los logros del PP como "garantía de futuro", como prueba de que "cuando se quiere, se puede" transformar a mejor la sociedad española.

Ciertamente, tanto Aznar como Rajoy pueden y deben sentirse orgullosos de los logros del pasado del PP, cuya reivindicación es tanto o más importante para el futuro de Mariano Rajoy como pueda serlo para la histórica y legítima satisfacción del ex presidente del gobierno. Tal y como se muestra en la obra, con abundantes e incontestables datos estadísticos, a pesar de los errores del PP –que nacieron, fundamentalmente, de sus complejos ante sus adversarios políticos y mediáticos–, sus legislaturas de gobierno constituyen el periodo de mayor prosperidad, estabilidad y avance social y político de nuestra nación en toda su andadura democrática.

Con esta obra, tanto Aznar, como parece que Rajoy, toman conciencia de algo que, desde la izquierda, se le ha otorgado siempre, y acertadamente, la máxima importancia: la posesión del pasado. Desde que Zapatero ganara las elecciones contra todo pronóstico –exceptuando el de los autores de la masacre política del 11M–, la principal obsesión del gobierno del 14-M y de sus ampliados medios de propaganda ha sido la de mancillar, manipular y tergiversar el pasado del PP como la mejor garantía para que este partido no volviera a ganar las elecciones.

La actitud del PSOE ha parecido siempre fiel reflejo de esa apreciación de Marías de que "desde que se ha visto que el presente, y todavía más el porvenir, dependen de la posesión del pasado, de su instalación en él, de la posibilidad de proyectar desde el suelo firme de la verdad o desde la fantasmagoría inventada, la destrucción de la verdad histórica se ha convertido en el gran imperativo".

El gobierno del 14-M se ha puesto a sí mismo, ciertamente, ese imperativo de "la destrucción de la verdad histórica". No sólo, pero fundamentalmente, la referente a las legislaturas del PP. En todo momento. Ya desde el 14-M, sus medios propagandísticos trataron de acabar con la justificada impresión ciudadana de que "España va bien", para, sorteando toda base objetiva –como evidencian los datos estadísticos de la obra de FAES–, achacar esa impresión a las mentiras del gobierno saliente. "De la mentira", tituló Cebrián en El País un artículo en el que se llegaba al extremo de la indignidad y de la infamia de atribuir la renuncia voluntaria de Aznar a una maniobra del ex presidente para no cosechar él la derrota electoral de su partido, tres días después del 11-M.

Lo grave es que no sólo desde Prisa, sino también desde otros medios, y por parte de no pocos "arriolas" y "gallardones" en el seno del PP, se ha tentado constantemente los complejos de Rajoy, para que él mismo contribuyera suicidamente con su distanciamiento a borrar o a distorsionar el pasado del partido de Aznar, que es el suyo.

No nos referimos, evidentemente, a quienes, como nosotros, le instan a que dé rienda suelta a su individualidad y a su proyecto, a sus recursos y talentos, muchos de ellos, mucho mejores que los de Aznar. Nos referimos a los que explotan sus complejos y sus temores ante sus adversarios políticos, a los que le hacen olvidar "para qué está en política", a los que le tientan a adoptar posturas y discursos vergonzantes que, en realidad, lo alejan de sus votantes y no lo acercan a los que no lo son.

Nada es más contagioso que el entusiasmo y la convicción. A la vuelta de la esquina aguarda la convención del PP y el aniversario de la masacre política del 11-M. Esperemos, que desde el entusiasmo y la convicción, así como desde el legitimo orgullo del pasado, Rajoy sepa proyectar una nueva alternativa de gobierno, "desde el suelo firme de la verdad" y combatiendo "la fantasmagoría inventada" del gobierno del 14-M.

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