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Agapito Maestre

La legislatura ha muerto

La manifestación del sábado se ha llevado por delante a muchos actores y agencias de socialización política. También los grandes medios de comunicación, los grandes editores de España, aún no saben cómo reaccionar. Están desplazados.

Silencio vergonzante y tópicos propagandísticos abundan para ocultar el grandioso acontecimiento político del 25-F. Es inútil que persistan en esas politiquerías, porque las consecuencias políticas de la manifestación del sábado son ya imparables. Es la grandeza de los grandes actos políticos. Grandeza y resplandor, sin duda alguna, evanescentes para quienes pretenden gestionar el acontecimiento con espíritu de burocrático. Grandeza e ilustración duraderas, desde el punto de vista democrático, serán para quien capte que las víctimas, la AVT, han logrado algo revolucionario. Han conseguido devolverle al pueblo el espacio público. Han conseguido, sí, algo estrictamente histórico para España, que el espacio público no sea invadido por las preocupaciones domésticas, caseras y privadas. Las víctimas no luchan, lejos de los bienpensantes moralistas, por resolver sus asuntos personales, o por ser merecedores de afectos o respetos, sino por algo más grande, porque el pueblo tenga una verdadera representación.

Las víctimas del terrorismo han conseguido que el espacio público no sea privatizado por las grandes agencias convencionales de socialización política. ¿Qué partido político, sindicato o medio de comunicación a través de la pura propaganda podría lograr algo parecido a lo del sábado? Tan obvia es la respuesta que ninguno de esos grandes agentes ha superado el trauma que les produce el pueblo, la ciudadanía, en acto exigiéndole al Gobierno que cumpla con su función política. Las exigencias estaban formuladas con claridad popular: Queremos saber quién nos mató el 11-M. Queremos que nadie negocie con terroristas. Queremos un Gobierno transparente. Queremos, en fin, una verdadera representación.

La manifestación del sábado, la tercera en un año por la conquista de una democrática representación, es algo más que una interpelación al Gobierno para que no negocie con ETA, para que no equipare a vencedores y vencidos, para que cuenten con las víctimas a la hora de encarar la política antiterrorista. La manifestación del sábado es, sobre todo, una conquista del pueblo para que el espíritu público, el ámbito público político, no sea devorado por unos profesionales de la política con minúscula. El PSOE se ha descalificado al no asistir al genuino acto político que le proponía la AVT. Y, por lo mismo, hay que valorar la asistencia del PP, o sea, hizo bien este partido, hizo lo correcto, hizo de la necesidad virtud, al asistir a la manifestación; pero no crea que con eso ha cumplido. No crea que ya ha sacado réditos suficientes para desgastar un poco más al Gobierno. No, ni mucho menos, el PP tiene ante sí una enorme responsabilidad. Tendrá que explicar, interpretar y trabajar ya a favor de ese espíritu público sin tener en cuenta plazos, tiempos y tácticas. No crea el PP que basta con apoyar y esperar. Se requiere, ahora, mucha inteligencia para saber que la manifestación del sábado no era de votantes del PP, ni mucho menos, era de todo tipo de votantes. Era del pueblo.

Esa es la gran enseñanza que se desprende de la lucha política de las víctimas del terrorismo. El pueblo español es el actor principal de la política española. La AVT, y no es su mérito menor, ha mostrado a políticos profesionales y a los grandes creadores de la "opinión pública" que la propaganda no es todo. No, queridos lectores, quien cree que puede lograrlo todo de otro ser humano con engaños y mentiras es que no sabe distinguir entre pueblo y populacho. La diferencia, por decirlo de algún modo, entre los editores de España, que abandonaron a las víctimas por un lado, y José Francisco Alcaraz, el pequeño gran hombre de la AVT, por otro, es que mientras éste se dirige al pueblo, que lucha por la representación democrática, los otros sólo que quieren llamar la atención de su caricatura, el populacho.

El acontecimiento del sábado es ya imborrable. Será necesario que se aprenda de lo que allí sucedió, pero no conseguirán borrarlo porque ya determina la vida pública de la nación. La manifestación del sábado se ha llevado por delante a muchos actores y agencias de socialización política. También los grandes medios de comunicación, los grandes editores de España, aún no saben cómo reaccionar. Están desplazados. En fin, es tiempo de hermenéutica, interpretación y creación de discurso a partir del reconocimiento de que las víctimas son la principal referencia política de la democracia, pero nadie extraerá consecuencia alguna de valor sin reconocer que la AVT no sólo ha deslegitimado a este Gobierno, sino que ha mostrado en el ámbito público que la legislatura de Zapatero está muerta.

La reacción del Gobierno ante la manifestación del 25-F es patética. Asusta. Es la principal prueba de que la legislatura ha muerto. La crisis de gobernabilidad por la que pasa la Nación sólo es comparable a la crisis de legitimidad de un Gobierno que ya es consciente de su fracaso. No estaban preparados para enfrentarse a un sujeto político de envergadura y, dicho sea de paso, la base de la vida democrática: el pueblo español.

En España

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