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José Vilas Nogueira

La duquesa, el socialista y los jornaleros

Nuestros socialistas son tan capaces de presentarse ante los jornaleros como campeones de los trabajadores del campo como de hermanarse íntimamente con la nobleza más anacrónica y con los empresarios más tramposos.

Se irritaron grandemente Zapatero, Moratinos y compañía por causa de las caricaturas de Mahoma. Ellos mismos caricaturas, no aprecian este género. Irritación que no turbamiento, pues disponen de remedio cierto, y aun milagroso, para tales heridas, incluso para más graves lesiones. Unas aplicaciones de la "alianza de civilizaciones", verdadero bálsamo de Fierabrás, y problema solucionado. Otra caricatura publicó algún periódico, español esta vez, que no danés, hace pocos días: una fotografía de jornaleros que protestaban contra la concesión a la Duquesa de Alba del título de hija predilecta de Andalucía. Los manifestantes portaban muchas banderas. La mayor parte de Andalucía, pero se ve también una bandera española de la II República y alguna otra que no identifico, posiblemente de un sindicato o agrupación laboral.

Un observador extranjero de nuestra guerra civil –no recuerdo quién; lo leí hace muchos años– se admiraba de la pasión hispánica por los uniformes, conjugada al tiempo con una enorme multiplicidad de ellos. En nuestro tiempo han pasado de moda, pero aquella pasión multiforme por el uniforme se ha desplazado al terreno de las banderas. No hay mejor indicio de la degeneración tribal en que estamos sumidos. De esta suerte, la guerra de banderas no sólo ocupa las energías de caudillos autonómicos y belicosos alcaldes; la mayoría de los miembros de las variopintas tribus hispánicas se implican gustosos en estas contiendas. Mi hija, que está estudiando en un centro internacional, en el que los estudiantes de los diversos países organizan su respectiva fiesta nacional, me cuenta que el mayor problema de los organizadores de la española es la determinación de las banderas que adornarán los actos.

La fotografía de la manifestación de los jornaleros recuerda a primera vista algún plano del Novecento de Bertolucci. Pero nuestros jornaleros, ante la carga de la policía, blanden los mástiles de sus banderas como arma contra los guardias. El manifestante que ocupa el primer plano de la foto lleva un pitillo en los labios, en osado desafío a nuestra rigurosa ministra de Sanidad, sólo mitigado por el desgaire con que la gente del pueblo emboca el cigarrillo. El proletario fumador, las banderas como palos, el desorden retratado, heraldo de retirada en desbandada, disuelven cualquier apariencia épica. Todo queda en caricatura costumbrista.

Escenas bien distintas tenían lugar en el interior del sevillano Teatro de la Maestranza, donde se celebraba el solemne acto en el que el socialista Presidente de la Junta de Andalucía entregaba el título a la Duquesa. Sin duda, habría nutrida presencia de otros nobles, Grandes o pequeños de España, pero nobles al fin y al cabo, toreros, banqueros y empresarios, hombres y mujeres de la cultura, socialistos y socialistas. Entre estas, la ministra de Fomento, andaluza de nación y futura predilecta, cuya desenvoltura, donaire e intimidad con la homenajeada y familia impresionó a los cronistas del evento, que cuentan el sucedido y no acaban su ponderación. Sólo seres viles y resentidos, como este articulista, pueden dudar del porvenir de un país que tan feliz y gozosamente hermana almas de papel couché con almas de papel higiénico, de doble cara, y aun de segunda mano.

Porque nuestros socialistas son tan capaces de presentarse ante los jornaleros como campeones de los trabajadores del campo y paladines de la "justicia social", cuando no de la revolución, como de hermanarse íntimamente con la nobleza más anacrónica y con los empresarios más tramposos. La gente les celebra las gracias y les vota en no pequeña proporción. Están en su derecho, pero otro es mi gusto. El éxito electoral de nuestros socialistas y sus amigos me parece una inequívoca señal del abismo de estupidez y abyección moral en que ha caído nuestra sociedad.

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