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Antonio José Chinchetru

El telón de acero electrónico

La dictadura china quiere transformar la gran muralla (el actual sistema de filtrado) en un nuevo telón de acero electrónico que impida que los internautas chinos salgan al exterior y que desde el extranjero se pueda entrar en su red.

De nada sirve el colaboracionismo de los gigantes puntocom de Occidente, de aquellos que hipócritamente lamentan las detenciones de disidentes de las que son cómplices y de esos otros cuya actitud tal vez podría a llegar a tener efectos positivos a largo plazo. Tampoco es útil la gran muralla que impide a millones de internautas acceder a gran parte de la Red, ni la clausura de miles de cibercafés o la existencia de una ciberpolicía destinada a perseguir a quienes osan expresarse en el ciberespacio. No, nada de eso es suficiente para el régimen de Pekín.

Se pueden imponer murallas, movilizar policías o conseguir la complicidad de las grandes compañías online. Eso dificultará la libertad de expresión en la Red e incluso se la hará imposible a muchos usuarios. También conseguirá que la mayor parte de los internautas no acceda a informaciones no controladas por el Partido Comunista. Pero siempre habrá quienes consigan saltarse todos esos obstáculos, ya sea de forma permanente o temporal, aunque algunos terminen en la cárcel. El único modo de conseguir que la Red no sea un agujero en el férreo control que sobre las mentes de los seres humanos intenta ejercer todo sistema totalitario es impidiendo que se acceda a la misma. La vía castrista o de Corea del Norte, por ejemplo.

Sin embargo, la dictadura china parece haber ideado un modo alternativo de conseguir lo mismo. Transformar la gran muralla (el actual sistema de filtrado) en un nuevo telón de acero electrónico que impida que los internautas chinos salgan al exterior y que desde el extranjero se pueda entrar en su red. El régimen de Pekín se está planteando aislar al país mediante un sistema propio de DNS diferente del existente en el resto del mundo. De esta manera, los sufridos habitantes del gigante amarillo dejarían de conectarse a la auténtica Internet para poder tan sólo navegar en una gigantesca Intranet controlada por el gobierno desde la que no se puede salir y a la que desde el resto del mundo no se puede entrar.

El hecho de que los dirigentes chinos se planteen esta posibilidad es la prueba de algo evidente que ellos no habían visto. Mantener Internet bajo un estricto control es imposible. El PCCh lo intenta para no tener que renunciar a los beneficios económicos que supone que la población acceda a la Red, pero no comprende que este equilibrio entre censura absoluta y libertad económica no es posible. Si deciden dar el salto y crear el telón de acero electrónico volverán a equivocarse. La autarquía ha fracasado allí donde se ha intentado, y aunque esta se lleve a cabo de modo on line el resultado no puede ser distinto.

Internet trae beneficios económicos porque es una puerta al mundo; cualquier copia de la misma limitada a un solo país dejará de ser rentable y suponer un motor de desarrollo. Algunas empresas podrán funcionar y obtener beneficios, como ocurre en todo sistema cerrado, pero la norma general será el estancamiento y la pobreza. La única posibilidad que tiene el régimen comunista chino de que Internet sea un vehículo para la prosperidad del país es manteniéndose dentro de ella y derribando la gran muralla para permitir una auténtica libertad de expresión. Algo que lamentablemente no va a ocurrir.

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