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Pablo Molina

¡Ah! ¿Pero no era un disfraz?

La sesión del miércoles pasado será recordada, sin duda, como otra página emocionante en la larga y vibrante lucha de las mujeres progresistas por acabar con milenios de patriarcado opresor.

La epidermis moral de nuestro socialismo es tan delicada, que hasta el menor roce es capaz de provocar las reacciones más violentas. Quién lo diría: las costuras le hacen llagas a los carpetovetones del socialismo hispano. En la sesión de control al gobierno del pasado miércoles, el portavoz del grupo popular, que al contrario que un destacado dirigente del PSOE vasco no ha sido jamás condenado por violencia doméstica, provocó las iras de las diputadas social-comunistas por un comentario sobre la afición a la moda interétnica de la vicepresidenta del Gobierno. Zaplana habló de disfraz, refiriéndose a la indumentaria de Fernández en su gira solidaria por tierras africanas, lo que al parecer colmó el vaso de la paciencia de las diputadas de izquierda. Sin embargo, salvo que la interfecta demuestre que en su juventud se dedicó a la recolección del anacardo en las llanuras de Kenia, parece evidente que el modelito "campiña fashion prêt à porter" con que apareció en todos los telediarios no era otra cosa que lo que dijo don Eduardo. En los 70, Hayek denunció que la justicia social era, además de un espejismo, un residuo de la moral tribal. En pleno siglo XXI, la izquierda reduce por fin el tribalismo de las ideas a un indigenismo de verdad, con saltos, bailes y telas vistosas.

El espectáculo de las culiparlantas abandonando los escaños en protesta por la gravísima ofensa proferida contra su líder femenina, fue realmente conmovedor. La sesión del miércoles pasado será recordada, sin duda, como otra página emocionante en la larga y vibrante lucha de las mujeres progresistas por acabar con milenios de patriarcado opresor. Lo que no quita para que se las pueda acusar de haber exagerado un poco en esta ocasión, sobre todo si comparamos el caso con otros episodios anteriores protagonizados por hombres de progreso. Como cuando al entonces ministro de Justicia, Múgica Herzog, le informaron de que por primera vez una mujer iba a formar parte del Tribunal Supremo y el bueno de don Enrique preguntó si es que habían puesto cocinas en el alto tribunal. Pues bien, que yo recuerde no hubo ninguna asonada de las diputadas ni ninguna feminista se quemó a lo bonzo a las puertas del Ministerio.

Por otra parte, lo que más debiera molestar a las diputadas progresistas no es el comentario inocente de Zaplana, sino la pachorra de sus compañeros varones, que las dejaron solas frente a las huestes enemigas. En efecto, todos los diputados "progresistas" permanecieron en su escaño, con la honrosísima excepción del ministro de Industria, Montilla I El Condonado, que se solidarizó, acaso accidentalmente, con sus compañeras ultrajadas. ¡Toma ya, macho alfa!

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