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Una reforma difícil

A pesar del tiempo transcurrido, el Informe Aznar continúa siendo el marco del debate. El documento sigue discutiéndose y de él se han extraído propuestas concretas presentadas por los delegados en el Consejo.

El secretario general de la OTAN, de Hoop Scheffer, tuvo el buen sentido de convocar una año de reflexión sobre cómo reformar la Organización, tras las polémicas declaraciones del entonces canciller Schroeder y la crisis trasatlántica producida en torno a la guerra de Irak. No sólo era verdad, como afirmó Schroeder, que en la OTAN no se discutía nada relevante sobre estrategia, es que la alianza propiamente dicha, el sistema de defensa colectivo, estaba moribundo. Las partes signatarias ni compartían la percepción de la amenaza, ni la estrategia, ni siquiera estaban en condiciones de combatir juntas por la disparidad de capacidades militares.

De Hoop Scheffer trata de ordenar la discusión sobre la reforma desde su delicada condición de funcionario. La gravedad de la situación exige reformas en profundidad, pero cuanto más seria es la reforma más son las voces que la rechazan. De Hoop se debate entre su fidelidad a la Organización y, por lo tanto, su disposición a apoyar cambios que la revitalicen y su instinto político, que le lleva a evitar tensiones que alboroten el Consejo y frustren un acuerdo final.

El secretario general ha visitado la Casa Blanca para discutir estos temas con Bush. La rueda de prensa conjunta refleja aparentemente una muy escasa sintonía. Breves palabras centradas en aspectos de poco relieve y expresiones frías. Apenas unas menciones de pasada al hecho fundamental, la propuesta de reforma que habría que aprobar en la Cumbre de Riga, en noviembre del presente año.

A pesar del tiempo transcurrido, el Informe Aznar continúa siendo el marco del debate. El documento sigue discutiéndose y de él se han extraído propuestas concretas presentadas por los delegados en el Consejo. Estados Unidos se mantiene en una posición de máximos: no caben pequeños retoques porque la crisis de la Organización afecta a lo fundamental. De ahí que el discurso que reiteradamente repite el secretario general confirme sus peores sospechas. La Alianza no fue creada para organizar operaciones de paz en Afganistán, socorrer a los afectados por un terremoto en Pakistán o entrenar oficiales iraquíes. Esas actividades son tangenciales. Lo fundamental es el sistema de defensa colectivo, a partir del acuerdo sobre la amenaza que se combate y la estrategia que se sigue. Mientras no se afronte lo realmente importante no habrá nada que hacer.

Sólo si todos reconocemos que el islamismo nos ha declarado la guerra estaremos en condiciones de poder discutir cómo pensamos derrotarlo, la conveniencia de ampliar el ámbito geográfico al conjunto del planeta, la necesidad de reforzar la identidad democrática de la Organización, la revisión de la estructura de mandos... En caso contrario tendremos que asumir que la Alianza dejó de serlo para transformarse en un club de seguridad, donde tratamos sobre servicios de interés común, pero nada más.

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