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Carlos Ball

Vivan los vagos y fuera los trabajadores

El 83% de los hombres nacidos en EEUU trabajan actualmente y el 86% de los hombres extranjeros que residen legalmente en EEUU trabajan también, pero el récord del 94% se lo llevan los hombres “ilegales” que trabajan en EEUU.

¿Quiénes lograron convertir en multimillonarios a los narcotraficantes y ahora hacen lo mismo con los “coyotes” que trafican con indocumentados a través de la frontera con México? Si su contestación es “los políticos y funcionarios en Washington”, usted es una persona inteligente y bien informada.

A lo largo de la historia, los países que han mantenido sus puertas abiertas a la inmigración han prosperado mucho más rápidamente que aquellos donde predomina la xenofobia, el odio y desprecio hacia los extranjeros.

Por dos poderosas razones no asumo imparcialidad respecto al tema de la inmigración. La primera es que mi padre, Ramón Ricardo Ball, fue el primer presidente, ad honorem, del Instituto Nacional de Inmigración en Venezuela, organismo que recién terminada la Segunda Guerra Mundial facilitó la llegada de más de 300.000 inmigrantes, lo cual fue una de las principales causas del extraordinario auge de mi país en los años 50, cuando el ingreso per cápita de los venezolanos superó al de la mayoría de las naciones europeas. La segunda razón es que en 1987 me vi obligado a emigrar a Estados Unidos, donde se me permitió rehacer mi vida y trabajar libremente en periodismo, sin exigírseme ningún título, licencia o afiliación sindical.

Recientemente, el Pew Hispanic Center, fundación sin fines de lucro, publicó un interesante informe sobre la inmigración “no autorizada” en EEUU, tema que provoca acaloradas discusiones políticas y despierta grandes rencores, inclusive entre gente que suele defender otros aspectos de la libertad individual. El informe presenta estadísticas realmente sorprendentes: el 83% de los hombres nacidos en EEUU trabajan actualmente y el 86% de los hombres extranjeros que residen legalmente en EEUU trabajan también, pero el récord del 94% se lo llevan los hombres “ilegales” que trabajan en EEUU. Es decir, a pesar de todas las dificultades legales y personales que confrontan, el grupo más laborioso de este país lo conforman inmigrantes “no autorizados”.

Se estima que actualmente hay unos 12 millones de personas “no autorizadas” viviendo en Estados Unidos y conforman el grupo de gente más trabajadora. Claro, si no trabajan no comen y ellos no tienen acceso a becas ni a la ayuda gubernamental que mantiene a tantos otros alejados del trabajo y viviendo de los demás.

Antes los “ilegales” cruzaban la frontera para recoger cosechas y regresaban luego a su país. En la medida que se dificulta el ingreso, un mayor número de ellos se queda permanentemente en EEUU.

El trabajo ideal para quien no quiere hacer nada es ser agente de seguridad federal en un aeropuerto de EEUU; el aumento en el robo de maletas comprueba su ineficiencia. En general, la gente con menos iniciativa busca cargos públicos y es entre ellos donde existe la mayor aversión hacia la inmigración. Parte de la tragedia es que quienes más creen en la libertad individual generalmente no buscan un cargo gubernamental para decirles a los demás lo que pueden o no hacer. El gobierno atrae a los mandones que creen saber lo que a usted y a sus hijos más le conviene.

Al mismo tiempo, los burócratas suelen ser internamente conscientes de su incompetencia, razón por la cual los políticos nuevamente insisten en que sean las empresas privadas las que vigilen y denuncien a los trabajadores “ilegales” y se les niegue así el empleo a los más ávidos por trabajar. Ahora hablan de exigir lo mismo a las familias que emplean ayuda doméstica. Pero el problema es que la economía de EEUU requiere anualmente a unos 400.000 nuevos trabajadores no especializados, básicamente en el campo, la minería y la construcción para realizar labores mal pagadas. Y mientras exista el actual diferencial de sueldos a los dos lados de la frontera con México, el nuevo muro de Berlín también fracasará.

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