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Agapito Maestre

Gobierno teratólogico

Parecía inaudito comenzar una sesión parlamentaria, donde se decidía el fin de la nación española, sin la presencia del presidente del Gobierno. Pero era tan real como que Rajoy le llamaba cobarde.

Extraño me siento en este medio político. Es tan inhóspito como el socialismo-nacionalista que lo ha creado. ¿Qué podemos hacer cuando el Gobierno no atiende razones? Poco. Quizá buscar palabras, pues hasta el lenguaje empieza a dar muestras de agotamiento. El Gobierno ya no escucha. La cultura suicida de la izquierda está cumpliéndose: ¡Que se haga la "razón" y perezca el mundo! Zapatero es la prueba de ese suicidio: no necesita asistir a la sesión del Parlamento. Él se conforma con tener la "razón", o sea, los votos. He ahí la quintaesencia del asesinato político: quien esgrime retóricamente el diálogo lo ha hecho imposible.

Se aprueba un Estatuto que niega mi nacionalidad, pero el Gobierno se ríe como si aquí no pasara nada. Y encima los muy indecentes hacen una fiesta para celebrarlo. Tomémoslo con humor para no perder la dignidad. Busquemos un remedio contra tanta miseria. Quizá una palabra baste. Dicen que siempre hay una palabra para explicar el mundo. Me afano en el asunto y busco una para describir lo que está sucediendo en España. Los sucesos de los últimos días son para sentir miedo. Se me agolpan en la mente hechos y declaraciones, golpes de efecto y decisiones del Gobierno, desde el 14-M hasta aquí, y no puedo dejar de reconocer que todo parece fuera de sitio.

Estamos al margen de lo que sucede en países normales. Parece el mundo del revés. Otra monstruosidad: Un partido nacional satisfaciendo las exigencias criminales de unos partidillos nacionalistas. Es como si fuéramos contra la historia. El 30 de marzo se aprobaba en el Parlamento nacional el fin de la nación española y apenas un par de radios y periódicos hacían mención del asunto. Las elites periodísticas e intelectuales son tan inexistentes como las políticas. Todo parece pueblo en barbecho. Gentío. Lo decía muy bien una señora de Marbella: "No confunda a quienes están en la cárcel con la buena gente de Marbella". Era como oír a Ortega hablando por boca de una paisana malagueña.

Parecía inaudito comenzar una sesión parlamentaria, donde se decidía el fin de la nación española, sin la presencia del presidente del Gobierno. Pero era tan real como que Rajoy le llamaba cobarde. Un tipo sin vergüenza torera estaba escondido, mientras se debatía el fin de la nación española. Pero el silencio cínico de los socialistas lo cubría todo. Nuestros políticos de izquierda se revolcaban en sus propias heces. Todo era miseria en un parlamento presidido por un cursi sin una sola idea. Al final de la sesión se aprobó, como estaba previsto, la destrucción de España como nación. El escaso margen por el que fue aprobado define la tragedia que nos espera. Nadie se irá de rositas. Mientras llega el enfrentamiento, hacen una fiesta para terminar de comerse las vísceras del cadáver. Y sin embargo... la cosa sigue. Quizá sería mejor decir que el Gobierno está terminando con la democracia a través del "uso alternativo", o sea, salvaje de la democracia, pero mucho me temo que seamos los ciudadanos de a pie quienes tengamos que justificar que aún merece la pena intentarlo.

Sí, aún es posible decir a los votantes socialistas, especialmente a los que el partido no les da de comer, que sus representantes nos llevan al enfrentamiento entre los españoles. Ponga pie en pared, por favor, y hagan algo. Lo dudo. No harán caso. Cerrarán los ojos y no creerán que España está fracturada. La gente piensa que este problema no va con ella. Lo ven como una cosa lejana. Sin embargo, intentémoslo de nuevo. Gritemos: la sesión del Congreso de los Diputados fue una monstruosidad. Se aprobó un engendro anticonstitucional y, sobre todo, criminal, políticamente hablando, porque imposibilita el diálogo en condiciones de igualdad entre los ciudadanos de España. O peor, ser ciudadano español es imposible en España con este Estatuto, si previamente no se reconoce que Cataluña es otra nación como España. Una contradicción en los términos.

Y, sin embargo, nos dirán que exageramos, cuando mostramos que la "política" del Gobierno es absolutamente anómala. Está llena de monstruosidades. Se diría que no hay comportamiento del Gobierno que se sustraiga al análisisteratológico. (Al final he dado con la palabra que describe al gobierno socialista, o sea, teratológico). Sólo un tratado de las monstruosidades podría dar alguna luz, quizá hacer un diagnóstico, sobre el bestiario político que está completando el Gobierno a los dos años de llegar al poder.

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