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Amando de Miguel

Nombres y nuevas palabras

En un país centroamericano oyó que una madre llamaba a su hijo "Onedollarcito". Simplemente le habían puesto el nombre de "One Dollar", tal como figura en los billetes de un dólar, pronunciado a la española.

Javier Carrasco Garrido vuelve por sus fueros con su apasionado alegato a favor de rechazar verbos fútiles como visionar o posesionarse. El principio que don Javier aduce es que no deben derivarse verbos de sustantivos. Así pues, dígase ver y no "visionar", poseer y no "posesionarse". El principio de economía que aduce don Javier está bien, pero tampoco hay que ser tan estrictos. En el caso de visionar entiendo que se trata de una acción algo distinta a ver. No es solo que visionar sea algo que realizan los profesionales (cineastas, críticos) sino que emplea medios técnicos especiales para el caso. No me parece un neologismo inútil.

Ángel Guerrero Eguíluz me dice que le resulta "familiar y evocador el término de sinsorgo que usted utiliza con alguna frecuencia". Es una palabra de la niñez de don Ángel, criado en Vizcaya, que la tiene casi olvidada. Consultado el DRAE, observa nuestro hombre que es una palabra que se utiliza en Álava, Vizcaya y Murcia. A don Ángel le resulta sorprendente esa derivación murciana de una palabra típicamente vasca. En efecto, en vascuence se dice zintzorka a la mujer parlanchina con escaso juicio. Ignoro cómo ha llegado ese vocablo a Murcia, pero lo reconocen también los navarros y otros muchos españoles. Me parece una voz utilísima, naturalmente sin que haya que proyectarla necesariamente sobre las mujeres. Todavía me gusta más sinsorgada.

Jaime García-Pelayo Gross (Algeciras, Cádiz), al hilo de algunos neologismos aquí comentados, añade el de ponible en relación con las prendas de vestido. El diccionario de Seco y colaboradores dice de ponible: "Prenda que puede ponerse en muchas ocasiones". La palabra me resulta expresiva y simpática; la utilizo siempre que corresponde. Para mí no es tanto que la prenda pueda ponerse en muchas ocasiones como la idea adicional de comodidad, de facilidad para adaptarse a las necesidades del atuendo.

Keo Capestany (Seattle, Washington, USA) opina que es errónea la suposición de chota como un neologismo chicano. "En la Cuba de mi infancia, hace 60 años, un chota era un delator, un soplón, y no eran los hampones quienes usaban el término; era de uso común. En los EEUU, en Tejas, chota se refiere a los policías y también al vehículo que transporta a los detenidos a la cárcel. Por eso, es posible que se haya originado en el verbo to shut (= cerrar, encerrar), por ser el policía el que encierra a los presos, esto es, el shutter". Me parece una interpretación ingeniosa.

Javier Aymerich Bartolomé sostiene la sana teoría de que "sobre gustos hay mucho escrito, lo que ocurre es que la gente no lee". Aduce el ejemplo de los nombres propios que ahora se ponen a los críos: "Nuño es un nombre aceptable, Kevin Costner de Jesús no lo es".

Fernando Echávarri (Pozuelo, Madrid) añade un nombre todavía más estrambótico. En un país centroamericano oyó que una madre llamaba a su hijo "Onedollarcito". Simplemente le habían puesto el nombre de "One Dollar", tal como figura en los billetes de un dólar, pronunciado a la española.

Manuel M. Ramos (Venezuela) completa la información sobre las denominaciones populares de las monedas en algunos países iberoamericanos. En Puerto Rico el dólar es un "peso" y los 25 centavos una "peseta". En Venezuela la moneda de cinco bolívares es un "fuerte", de "peso fuerte", el equivalente del "duro" español.

Juan Vicente Trujillo (Lebrija, Sevilla) protesta porque me haya referido yo a Antonio de Nebrija como "el de Salamanca", cuando nació en Lebrija (Sevilla). Bien, se trata de una licencia. Es la misma por la que también puedo referirme a Fray Luis de León o a Unamuno como los de Salamanca. Los tres fueron catedráticos de Salamanca, y honraron a las letras españolas.

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