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EDITORIAL

Y ahora el País Vasco

No era ningún secreto para nadie que, una vez concluida la labor en Cataluña, Zapatero se pondría manos a la obra con el País Vasco. La esperada y acaso previamente pactada tregua de ETA ha venido a allanarle el camino

No era ningún secreto para nadie que, una vez concluida la labor en Cataluña, Zapatero se pondría manos a la obra con el País Vasco. La esperada y acaso previamente pactada tregua de ETA ha venido a allanarle el camino. El guión, en este caso, sigue las pautas marcadas por el PSE desde la defenestración de Redondo Terreros, esto es, un arreglo más o menos público con el PNV al que se incorporaría la izquierda radical vasca una vez el PP sea definitivamente eliminado –o casi– del mapa electoral.

Así las cosas, la reunión que ayer mantuvieron Zapatero e Ibarretxe en Moncloa sería la primera piedra de un nuevo compromiso que vincule a ambos en lo que han dado en llamar "proceso de paz". Este proceso, naturalmente, consiste en encontrar un punto de satisfacción para que los nacionalistas dejen de incordiar, al menos durante una temporada, lo justo hasta las próximas elecciones, horizonte que se ha fijado Zapatero para completar el espantajo de la "España plural". Los asesores del presidente saben que, bien aliñado por la propaganda gubernamental, este puede ser uno de los pilares de la campaña.

No son extraños tampoco los aparentemente desconcertantes movimientos de Batasuna, que convoca manifestaciones anunciando la presencia de renombrados presos. Su radicalismo le es tan necesario al Gobierno en el País Vasco como el de la Esquerra en Cataluña. Sirven para dibujar un engañoso mapa en el que el PSOE se sitúa en el centro mismo del espectro, equidistante de los extremistas. Si consigue la carambola a dos bandas, pintando un paisaje que poco o nada se parece a la realidad, Zapatero podrá alardear de pacificador e Ibarretxe de haber conquistado la ansiada soberanía. Y podrán hacerlo lamentándose de que el PP se ha interpuesto con cainismo infinito al "camino de la paz".

No cuentan, sin embargo, ni uno ni el otro, con la volatilidad del tercer jugador en liza, de Batasuna. Los socialistas nunca han entendido la naturaleza del terrorismo, quizá por ello vuelvan a tropezar con la misma piedra. Aquí podría fallar el delicado empalme que el Gobierno quiere practicar al modo y manera catalán. Tampoco han caído en la cuenta de que el PP vasco no es el catalán. No le vendría mal recordar a Zapatero que Patxi López sólo obtuvo 63.000 votos más que María San Gil en los comicios de 2005. La base social del partido de San Gil es, además, muy vigorosa; no acostumbra a amilanarse y tiene las cosas bastante claras.

Los pequeños detalles dicen mucho. Ayer, coincidiendo con el apretón de manos en Moncloa, un concejal de la izquierda abertzale en el municipio navarro de Cizur Mayor presentó una moción para excarcelar a todos los presos etarras. UPN se negó en redondo votando en contra, el radical que lo había propuesto votó a favor, los "equidistantes" –PNV y PSOE– se abstuvieron. Por lo visto, a los concejales de este pueblo navarro no les parece ni bien ni mal que se saque de la cárcel a una cuadrilla de asesinos. En ningún momento de los últimos dos años el fantasma del difunto Pacto Antiterrorista tuvo una aparición tan larga.

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